Capítulo 6. Estrategia.

2878 Palabras
—¿Qué es lo que pasa?—cuestiono Camila con la respiración entre cortada cuando Sebastián finalmente se detuvo. Había sido la noche más intensa qué había tenido con él, pero algo se sentía diferente, era como si su mente estuviera concentrada en otra cosa, como si quisiera distraerse de algo y olvidar entre sus piernas lo que tanto le agobiaba. —Nada—se quejó Sebastián mientras se levantaban de la cama para quitarse el preservativo y tirarlo en la basura del baño para no tener que verle la cara a Camila cuando durante todo ese tiempo se había imaginado qué la chica que se había cogido era Mariana. —¿Tanto te cuesta hablar conmigo de lo que te molesta?—se quejó Camila mientras cruzaba sus manos sobre su pecho desnudo. Mientras Sebastián se lavaba más manos, se miró al espejo, dudando si era lo suficientemente atractivo para Mariana, luego de unos segundos, se dijo a sí mismo que él era demasiado, incluso para una chica como ella. Había salido con modelos, así que no podía ser él. Luego de repasar la conversación qué había tenido con Mariana, recordó qué ella había mencionado no querer nada que ver con los hombres. Él intuyo qué su ruptura con un antiguo novio debió haber sido muy dura para ella, incluso qué debía ser muy reciente, pero él no tenia el tiempo suficiente para esperarla, quería tenerla ya, así que tenía idear una táctica para poder acercarse a ella, pero ¿Cómo? —¿Me estás escuchando?—escucho la voz de Camila como un eco en su cabeza, solo entonces desperto de sus pensamientos para meterse una vez más a la ducha. Creia que el agua se llevaría los pensamientos sobre Mariana, intento decirse a si mismo que ella solo era un capricho, que no podía ser tan buena en la cama como para que requiriera pensar en ella técnicamente día y noche, pero él provenir de una familia adinerada y qué la mayor parte de su vida, su padre hubiese cumplido cada capricho suyo para compensar la falta de atención qué había sufrido al tener que ir a internados, lo habían afectado ahora que era adulto. La palabra “No” y la palabra “Rendirse” no estaban en su vocabulario, así que no desistiria para poder tener a Mariana justo en la palma de su mano o encima de su regazo. Mientras el agua caliente caía sobre los músculos de su cuerpo, sintió que unas manos delgadas lo tomaban por la espalda para abrazarlo. Enseguida, algo molesto e incomodo, tomos esas manos femeninas, se dio la vuelta y miro con cierta crueldad a Camila. —Seré sincero contigo—dijo mientras se alejaba el rostro del agua—creo que te estas tomando nuestra relación demasiado enserio, quiero que entiendas que te estas sobrepasando de lo que puedes hacer. No soy tu novio o nada que se le parezca, lo nuestro es solo sexo ¿Entendiste? Sebastián salio de la ducha, tomo una toalla y se seco el cuerpo ignorando la presencia de Camila, aunque aún tenía una advertencia más para ella mientras salía del baño. —Deja de comportarte como una estúpida adolescente enamorada porque no te queda, no después de lo que has estado haciendo conmigo—pronunció con enfado, luego se dirigió hacia el armario, del cual tomo una pijama, una de las pocas que había llevado desde Escocia. La tela era abrigadora, era de color gris con pequeñas lineas horizontales y verticales qué dibujaba pequeños cuadros rojos. Pocos minutos después, Camila se apareció de nuevo en la habitación. Se había tomado la osadía de tomar otras de sus toallas limpias para en volverse en ella y aun peor, había tomado otra qué había envuelto en su cabello. Sebastian no dijo nada respecto a eso, pero aun tenía algunas otras palabras para ella mientras caminaba hacia su cama. —Si quieres seguir con esto, solo tienes que hacer dos cosas sencillas, hasta una chica como tú puede seguir una simple instrucción como esa, pero si ya estas cansada, podemos terminar con esto ahora—le indico Sebastián recordando las terribles calificaciones qué tenía y de no ser porque se estaba acostando con ella, la habría reprobado porque no estaba aprendiendo nada de su clase. Levanto la vista hacia Camila, se quedo a media habitación mientras recogía las pocas prendas qué había llevado puestas para esa noche. —¿Qué tengo que hacer?—dijo Camila cruzando se de brazos. Estaba muy ofendida, pero el hombre que la estaba frente a ella, recostado sobre su cama no era cualquier estúpido de la universidad, no era un maldito niño, sino un hombre, bastante atractivo y por lo que sabía, también era rico, asquerosamente rico y pese a lo humillada qué sé sentía, ella no era tan estúpida para dejar ir una mina de oro como esa. Planeaba enamorarlo de algún modo, hacerlo arrepentirse de la forma en como la había tratado y quizás algún día casarse con él, pero esos planes eran a largo plazo, ella pensaba en grande y si para obtener una vida plena y desmedida, debía arrodillarse y chuparsela, lo haría. —Si te llamo, solo será para tener sexo, vendrás aquí, lo haremos y luego te vas ¿Entendiste? Camila le dirigió una mirada mordaz, quería abofetearlo por tratarla como una prostituta, pero se contuvo, solo cerro su puño con fuerza. —Si me hubieras dicho que querías una puta me lo hubieras dicho, te hubiera llevado a la mejor zona de la región si solo querías coger—protestó Camila mientras se ponía la ropa y le daba la espalda a Sebastian. —¿Por qué gastar en una prostituta cuando te tengo a ti?—se burló Sebastián mientras sacaba sus gafas y se las ponía delante de los ojos para leer el libro que aun no acaba de devorar. —No entiendo porque cada vez que estas molesto te desquitas conmigo—pronunció Camila apretando los dientes. Se levanto de su lugar y enseguida salio de la habitación para irse a casa. Mientras caminaba, una lagrima se deslizó por su mejilla por ser tratada como una golfa. Cuando su padre le habia mencionado sobre la existencia de Sebastián, ella habría jurado qué él era el tipo de hombre que podía cambiar su vida, un caballero, el tipo de hombre que merecía. Su padre trabajaba para la oficina del poder judicial como magistrado, él era una de las pocas personas que sabían quien era él y porque era importante para la inversión del estado. Desde ese momento, ella fijo su mirada en él porque no solo era rico, sino también atractivo. De un momento a otro, él se había convertido en el hombre perfecto y tener que ser alumna había facilitado las cosas para acercarse a él, pero no esperaba que fuera un maldito idiota, insensible y cruel con las mujeres. Ella intuía qué él se comportaba así porque tenía el dinero para ser un patán, pero por otro lado, con la gente, sus colegas en la universidad y en el poder judicial era técnicamente un caballero, por lo tanto, tal vez había posibilidad de cambiarlo, así que por el momento mantendría las esperanzas antes de dejarlo ir. Sebastian tenso la mandíbula cuando Camila se fue, tenía en cierta razón. Estaba enfadado porque Mariana no le había dado la misma atención que las demás mujeres, incluso en el poder judicial era acechando por muchas de las asistentes, abogadas y secretarias, pero ella no había mostrado el más mínimo interés. Respiro profundamente, volviendo a su lectura, diciéndose a si mismo que tal vez en unos días, Mariana se daría cuenta de su atractivo y finalmente le daría lo que quería. *** Desgraciadamente para Sebastián, al siguiente día no tenia clase en el grupo de Mariana, así que tuvo que esperar hasta medio día para poder verla. Ese día llevaba puesto un pantalón color crema, junto con una camisa blanca y un suéter tejido de color n***o y zapato de tacon del mismo color. Su apariencia era pulcra y sofisticada, justo lo que buscaba en una mujer, una con la que pudiera mantener una conversación elocuente y cordial, quizás no era precisamente la mujer de su vida, pero hablar con ella después de tener sexo, no sería tan frustrante como lo era con Camila. Estaba leyendo, aparentemente de ficción, que la mantenía entretenida con una sonrisa en los labios, los cueles estaban pintados de color rosa, un tono suave y delicado. —Joder—se recriminó a si mismo en en voz baja—¿Porqué diablos estoy observandola cuando podría ir allá y saludarla? Respiro profundamente y camino en su dirección y justo al bajar un pie al jardín, unos cuantos metros donde ella descansaba debajo de un árbol, alguien mas llamo la atención de Mariana. Mariana no se tomo la molestia de levantarse, pero levanto la vista hacia donde había escuchado que la llamaban, era el profesor John, el otro profesor extranjero, quien en realidad ya lleba a tres años de haberse nacionalizado, aunque recién llevaba un año dando clases en la universidad, pero a diferencia del profesor Sallow, él era algo reservado. —La psicóloga me busco para pedirme darte clases extras—dijo sentándose a su lado, ambos tenían cierta cercanía ya qué, ambos tenían la misma edad, treinta y dos años. Sebastián torció los labios al verlos tan juntos, pero lo que realmente le molesto fue qué Mariana bajara su libro brevemente para dedicarle una sonrisa. —Lo sé, por favor, discúlpeme. Creí que podria hacer otro trabajo extra en esta ocasión, pero ella dijo que no se podría esta vez—declaró Mariana avergonzada de causar tantos problemas. —No te preocupes, entiendo, te vi muy estresada antes de que volvieras a desaparecer ¿Todo bien? John no sabia que era exactamente el problema por el cual estaba pasando Mariana, pero sabía que cada cierto tiempo, su vida se volvía un completo desastre, era como un huracan por el cual ella debía pasar antes de volver a la normalidad. Sabía que la psicóloga escolar estaba tratándola, pero intuía qué algo no estaba avanzando en su terapia, no si aún continuaba desapareciendo, eso podría arruinar su carrera. —Si, todo esta bien—dijo antes de suspirar y volver la mirada a su libro. —En cuanto a las clases extras, te propongo un trato—expresó John no queriéndole añadir más estrés a su vida. Mariana volvió a mirarlo intrigada—tengo que impartir un diplomado en dos meses, estoy preparando mis temas, pero aun me falta uno, si puedes realizar un informe bien detallado sobre lo que me falta, te dejaré libre. Mariana sonrió, sabia que era un poco injusto qué el profesor la utilizará para terminar su propio trabajo, pero prefería hacer ese trabajo en casa qué desperdiciar su tiempo en clases extras como con el profesor Sallow y aunque el profesor John era más fácil de tratar, en realidad prefería la soledad. —Por supuesto, se trata de que tu trabajo sea perfecto, si tengo que corregirlo, no me quedara de otra más que darte clases porque de lo contrario habrías entregado un trabajo excelente—expuso el profesor con una sonrisa triunfal. —Es cruel, pero justo—acepto Mariana extendiendole la mano y John se la estrecho. Sebastian se había alejado un poco al ver a un colega hablando con Mariana, pero no demasiado para poder ver que pasaba y la confidencia qué hubo al final en ese apretón de manos lo molesto. Y si bien, Mariana, no era nada suyo, aun, pero le molesto qué para ese profesor, si hubiera un trato más cordial y empatico. Lo que resto de la tarde, Sebastián trato de no pensar en Mariana y lo que había visto, no quería enfadarse por nada y tener nuevamente a Camila en su cama esa noche, no sabiendo la poca voluntad qué tenía cuando se trataba de desahogar todo su estrés en una mujer. Al llegar al poder judicial, se encerró en su oficina y trató de enfocarse en asuntos más relevantes como el deceso de un infante a mano de sus padres, el caso era entre otras palabras una atrocidad, no había exactamente una asesoría qué él pudiera dar sobre ese asunto a excepción de una dura condena a los malditos homicidas sin corazón. —Buenas tardes, disculpe que lo moleste, señor Sallow—expresó una joven de cabello ondulado, su voz era algo aguda para su gusto, como si ella misma estuviera forzandola para que sonara más suave y gentil, él odiaba ese tipo de hipocresías, pero no es que tratara mucho con esa chica—la magistrada presidenta quiere hablar con usted. —Por supuesto—dijo levantándose de su sitio para seguir a la chica. La joven se apartó de la puerta y empezó a caminar guiandolo hacia la oficina de la magistrada electa qué dirigía el poder judicial. La licenciada Maribel De la Cruz, una mujer alta y de complexión robusta. Cuando Sebastián entro acompañado de aquella señorita qué sé desempeñaba como su secretaria, la magistrada se levantó y fue prácticamente corriendo a saludarlo, con un beso en la mejilla, algo a lo que Sebastián seguía acostumbrándose ya qué, los latinos tenían esa curiosa costumbre de expresar su alegría en besos y abrazos, gestos qué para él, en su país, eran más bien reservados para la familia y la pareja y quizás un reducido grupo de amigos a los que podía abrazar o estrechar les la mano. —¿Cómo has estado?—Lo saludo con entusiasmo—¿Estás durmiendo bien? Pareces cansado. —Algo estresado, si—admitió Sebastián pensando en su capricho mientras se sentaba frente al escritorio de la magistrada. —¿Qué pasa? ¿Poblemas con la emsambladora?—supuso la magistrada. ¿Qué otra cosa podía ser qué no fuera ese asunto tan importante para el estado que iba a generar tantos empleos, así como más dinero para el estado? —No en realidad, es un problema más bien personal—declaró Sebastián con cierta molestia, aun no sabia muy bien como moverse porque el primer intento había resultado es una reverenda estupidez. —Lamento qué no podamos ayudarte en eso—dijo mirando a su asistente, quien estaba a tan solo un par de metros de ellos, junto con la secretaria qué estaba preparando los bocadillos y un par de vasos para las bebidas. —En realidad, tal vez puedan—intuyo Sebastián con una amplia sonrisa, considerando qué lo que sucedía en el poder judicial y la universidad no tendría porque mezclarse de algún modo—¿Que clase de regalos se le puede obsequiar a una chica de por aquí? —¡Oh! —sonrió la magistrada mirando a sus empleadas con confidencia—¿Así que de eso se trata todo? ¿Una chica? Creo que depende de sus intereses o lo que le gusta. Sebastián levanto la mirada algo intrigado por lo que esa mujer lamebotas había dicho. ¿Intereses? ¿Lo que le gusta? Sebastián no había pensando en eso, lo básico, regalarle alguna baratijas para llamar su atención. —Tal vez un libro o un bolso—propuso la magistrada mientras empezaba a sacar el trabajo que necesitaba de una hojeada por parte de Sebastián, para eso lo había llamado, aunque socializar y descubrir un poco más sobre su vida privada era un beneficio qué no esperaba vivir. —A ella le gusta leer—dijo Sebastián recordando a Mariana leer frente a ese árbol. —En ese caso podría funcionar un libro, aunque si ya no tiene, igual podría ser un problema ¿Porqué no le preguntas? —No, no podría, quisiera que fuera más bien una sorpresa. Un libro sería una buena idea, pero si ya lo tiene probablemente quedaría como un tonto frente a ella—dijo recordando el café qué sé había tomado la molestia de comprar para ella, pero Mariana lo había dejado ahí abandonado en su auto. —Bueno, tal vez unas flores o un perfume—expresó la asistente luego de varios segundos de silencio, pero esa idea fue aun peor porque eso era demasiado personal, no podría llegar con un ramo o un perfume y dárselo sin ninguna razón. Cabía la posibilidad de que Mariana pensara qué estaba loco o era un acosador y aunque técnicamente lo era, no quería que ella lo supiera. —No, muchas gracias por la sugerencia—expresó Sebastián soltando un suspiro, algo resignado. —Bueno, creo que si usted la conoce bien, sabría que tipo de cosas le gustan, probablemente a ella no le gusten nuestras propuestas—expresó la secretaria aportando su grano de arena, pero aquella chica algo molesta, había dicho algo muy importante respecto a Mariana. “Si él la conocía bien” No, él apenas tenía pocos días de haberla visto, aunque ya la deseaba en su cama; sin embargo tal vez tendría que hacer un poco de esfuerzo para entender que tipo de cosas le gustaban a Mariana y tal vez con eso, llamar su atención.
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