Sus compañeros de clase no dijeron nada en esa ocasión, aunque lo primero que Mariana pensó fue que ya estaban acostumbrados a que desapareciera de vez en cuando, además tenían algo más novedoso en que poner su atención, el nuevo profesor.
—Bien muchachos—dijo el profesor Sallow luego de un par de minutos con la psicóloga Olivia—¿En qué nos quedamos?
—El CPI—respondió Sofia, una chica que en opinión de Mariana era una tonta o al menos antes de irse ese había sido su juicio sobre ella porque sus calificaciones daban terror o eso penso en una ocasión en que la profesora de argumentación y oratoria jurídica expuso ante todos el dos que habia sacado en un examen.
—¡Oh, si!—dijo el profesor mientras avanzaba hacia el escritorio, solo que la forma en como lo utilizo no era usual entre los profesores, él simplemente se sentó sobre la orilla mientras tomaba un pisapapeles en forma de manzana—se trata de un órgano judicial independiente que puede ejercer jurisdicción sobre individuos acusados de cometer genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crímenes de agresión.
Mariana comenzo a tomar apuntes, mientras pensaba a quien pedirle los suyos para poder estudiar lo que aquel nuevo profesor habia impartido en su ausencia.
—¿Alguien sabe que son los crímenes de lesa humanidad?—lo escucho preguntar y enseguida levanto la mirada, tentada a levantar la mano, pero esa odiosa voz en su cabeza, la que siempre tenia miedo y duda le aconsejo que no lo hiciera.
El profesor sonrió mientras pasaba la mirada sobre cada uno de los chicos a su alrededor, en total eran treinta y cinco alumnos si es que nadie faltaba, quince chicas y veinte hombres. La mayoría no pasaba los veintitrés años con excepción de Mariana, de hecho, tenia la edad para ser una profesora, pero habían pasado muchas cosas en su vida que le habían impedido ingresar a la universidad siendo más joven, aunque a esas alturas de su vida ya podía llamarlos errores sin sentir vergüenza gracias a la sesiones de terapia qué había tenido con la señorita Olivia.
—¡Vamos chicos, fue algo que vimos en la primera clase!—dijo el profesor con entusiasmo y una sonrisa amplia.
Pese a lo que esa voz en su cabeza le habia ordenado, Mariana levanto la mano, la cual enseguida comenzó a sudarle y claro, la sensación de vergüenza se hizo presente, sintió el rubor encendiendo sus mejillas y la sensación de que el corazón se le iba a salir del pecho.
Era un ataque de pánico, ella conocía perfectamente cuales eran los síntomas, casi la mayor parte de su vida habia intentado evitar situaciones que la expusieran ante la mirada masiva de gente que bien podia burlarse de ella, odiaba sentirse humillada, pero la señorita Olivia le habia ayudado a darse cuenta de que no habia nada de malo en equivocarse y que la reacción de su cuerpo era debido a la hipersensibilidad de su trastorno, es decir que sus emociones eran intensas, pero nadie buscaba humillarla y nadie se burlaría de ella si me equivocaba, ya que era parte de la naturaleza humana.
Siendo su mano la única en el aire, los ojos marrones de ese nuevo profesor se posaron sobre ella y su sonrisa fue reemplazada por el escepticismo.
Mariana llevo su mano libre debajo de la mesa para poder formar un puño, era una forma en la que podia encerrar, en sentido figurado, esa voz que la obligaba a siempre quedarse callada. Encerrada en su puño, ya no podia escucharla.
—¿Si, señorita…?—cuestiono Sebastián , extrañado de ver que era la nueva alumna quién estaba dispuesta a responder.
—Mariana Aguilar—respondio mientras bajaba la mano, lista para responder, pese a la forma en como el profesor la observaba— los crímenes de lesa humanidad son actos violentos cometidos contra una población civil de manera generalizada y sistemática.
Mariana observó como el profesor levanto sus cejas, tal vez impresionado por su respuesta, claramente no esperaba que supiera esa información, no sin haber asistido a ninguna de sus clases anteriores. Sebastián asintió y enseguida se aclaro la garganta.
—Muy bien—dijo forzando una sonrisa para ocultar su sorpresa—excelente.
Camila, quien desde que el nuevo profesor había llegado, había puesto todo su esfuerzo para lograr su atencion. Nadie era tan bonita como ella.
Tenía el cabello rubio, largo y rizado, era delgada, aunque sus pechos lo bastante voluminosos para llamar la atención de cualquiera, incluso el profesor. Camila ya se sentía dueña del profesor, no solo por haberse acostado con él y seguir esa misma rutina casi todo el mes, sino que creia fielmente qué el profesor estaba enamorado de ella.
Había sido sumamente atento y caballeroso, ese comportamiento era para ella la prueba suficiente de que era suyo, pero aun así, volvió la mirada hacia Mariana, a Camila no le agradaba y no solo porque era la más inteligente de su salón o toda la universidad, sino porque Mariana era mayor que ella, casi por diez años. Su belleza era diferente a la suya, ella ya había madurado, sabia como vestirse de forma elegante, hacerse notar sin tener que recurrir a las faldas cortas o el escote pronunciado.
La mayoría de los chicos en la universidad la encontraban interesante, hermosa y brillante, pero Mariana era callada y reservada, solía ignorar a la mayoría de la gente, incluso a Camila cuando intento hablar con ella el segundo día del primer curso, de eso ya había transcurrido dos años. Por eso la odiaba.
Camila notó qué el profesor la miraba con interés y eso le preocupo un poco, es decir, sabia que él, al igual que sus demás compañeros, se fijaría levemente en ella, así que tenía que hacer algo para evitar que su querido profesor tuviera alguna predilección por ella.
Sebastián continuo con la clase, aunque mirando de reojo a Mariana, sobre todo porque tomaba apuntes de cada cosa que decía, aunque su mirada estaba pérdida justo en sus anotaciones.
Luego de media hora más, la clase culminó y el siguiente profesor ya esperaba afuera del aula. A Sebastián aun le costaba el tener que trasladarse de salón en salón, así no era como se acostumbraba en Escocia, cada profesor tenía su propia aula y los alumnos eran quienes debían llegar a tiempo a cada salón de clases, pero poco después de llegar, se dio cuenta de que era más practico para los alumnos, así no se perdía el tiempo.
Cuando tomo su maletin del escritorio, se dio media vuelta, para ir en busca de aquella nueva alumna, pero Camila ya lo estaba acechando a su espalda y cuando se giró, de pronto sintió cómo la sangre dejo de subir a sus mejillas.
—Señorita Ortiz. ¿Puedo ayudarla en algo?—la miró por un momento temiendo qué fuera a hacer algo estúpido justo en ese momento.
—Me gustaría saber si puede explicarme algunos puntos que no entendí de la lección, profesor Sallow—expresó con una sonrisa atraviesa, Sebastián ya sabía lo que significaba, pero instintivamente miró por encima de Camila para ver a la nueva alumna, se había levantado de su asiento y había caminado hasta encontrarse con el siguiente profesor.
—Lo siento, hoy no puedo, tengo asuntos pendientes, así que será después—dijo Sebastián mientras hacia un movimiento con su muñeca para mirar su reloj—si me disculpa.
Rodeo a Camila y enseguida salio del aula. Mariana estaba ahí de pie, conversando con el otro profesor, mantenía una sonrisa mientras el profesor hablaba algo sobre la responsabilidad y la voluntad, parecía estar dándole un discurso algo incomodó, al menos lo era para Sebastián quien tuvo que aclararse la garganta para que notarán su presencia.
—Disculpen—se dirigió a los dos con una sonrisa forzada cuando ambos se giraron en su dirección—¿Puedo hablar con usted, señorita...Aguilar?
Mariana asintió y el siguiente profesor entro al aula dejándolos solos en el pasillo mientras cerraba la puerta.
Mariana trago saliva, sabia que tarde o temprano el nuevo profesor hablaría con ella, aunque esperaba que fuera muy muy tarde porque quería evitar las clases extras.
—La señorita Olivia me pidió que le ayudara a regularizarse—dijo en un tono serio y Mariana asintió—asi qué por favor espereme un poco mientras acomodo mis horarios para darle una hora especifica.
—Por supuesto—dijo Mariana resignada, algo que Sebastián notó. Usualmente estaba acostumbrado a recibir sonrisas coquetas e incluso traviesas, pero no una expresión como la de Mariana, cansada y decepcionada.
—Le daré el horario mañana por la tarde, si no le molesta pasar por mi oficina—propuso Sebastián creyendo fielmente qué tal vez Mariana solo estaba abrumada por tener un nuevo profesor, aunque se había desempeñado muy bien en su primera clase.
—Por supuesto—respondió esta vez sin dirigirle la mirada, parecía más preocupada por entrar a su siguiente clase qué por saber más sobre él, así que Sebastián se dio la vuelta, algo desconcertado y hasta decepcionado de haber sido, técnicamente ignorado.