—¿Crees que vamos a ser felices? —le pregunté, mientras caminábamos a orilla del mar. —Haré lo imposible para que así sea. —¿Por qué? —Porque hasta hace unos meses no creía en el amor y tú me enseñaste con tan sólo verte, que estaba equivocado. Ahora yo quiero hacerte creer en la felicidad, juntos. Esas palabras resuenan en mi mente mientras nos unimos a la fiesta, a nuestra fiesta. Llámenme mata-pasiones, pero me he cambiado el vestido. Quedó sucio y empapado con arena y agua de mar. Me he puesto otro blanco, en todo caso y he conservado los tacones asesinos, para no desentonar. Pero desentono, me cuesta tanto mantener el equilibrio sin parecer una morsa en zancos. Todos parecen mirarme. De hecho, lo hacen. Es espeluznante. Además de que hay un montón de invitados italianos, con

