[SANTIAGO] Son las ocho en punto cuando me encuentro frente a su puerta, y solo puedo golpear teniendo en claro que voy a sufrir mucho por verla de esa manera y no poder ni siquiera rozar su piel. No es mucho el tiempo que tarda ella en abrir la puerta y al verla, no puedo articular palabra alguna. Luce bellísima con un albornoz corto de seda color blanco. —Hola— Me saluda y abre totalmente para que pueda pasar. —Ponte cómodo— Me pide y me señala el sofá. Al pasar, puedo ver que en la pequeña mesita que hay allí, hay bocadillos, una botella de vino y dos copas. —Veo que has tenido en cuenta todos los detalles.— Le digo sonriente mientras tomo asiento. —El vino está bien frio, creo que lo necesitaras.— Señala burlándose de mí. La miro inclinando mi cabeza dándole a entender que no me pa