Los amigos de Gadreel que eran ángeles de la oscuridad me ataron a un poste, un poste que de seguro pondrían en medio del fuego para quemarme. —Carolina, no sé por qué eres tan ingenua —se acerca Gadreel— Siempre estás a la Merced de Kayler— Te tiene en sus manos y es triste que no tengas amor propio. —¿Qué tiene que ver eso con esto? —quise saber. —Todo. ¿Crees que Kayler se dignó a esperarte, por supuesto que no, corrió a los brazos de Piper pero eso jamás me lo vas a creer. Sentí algo en el pecho cuando dijo eso, pero no le creería porque solo decía cosas para lastimarme. —Tú y yo nunca tuvimos nada de nada, ni siquiera dormimos en la misma cama y él... —¿Él qué? No te permito que hables mal de Kayler por favor, lo único que sale de tu boca son mentiras. —No tengo por qué