Al día siguiente Adara se levantó muy temprano en la mañana, los primeros rayos de sol iluminaron su habitación, ella se levantó de la cama y abrió el balcón. Estaba en casa, pero seguía sin poder creerlo. Ella miró su muñeca, el brazalete que antes había suprimido su poder ya no estaba. _ Soy libre, libre. Adara se pellizcó el brazo, al sentir el dolor en su brazo se dio cuenta de que era real y no se trataba de un sueño. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro, las altas montañas que rodeaban Erodan y la suave brisa que movía su larga melena la hizo sentir que estaba en casa. Adara se subió a la barandilla del balcón y saltó al vacío. Unos segundos después se elevo al cielo con una rafaga de viento. Libre, el volar la hacía sentirse libre, la hacía sentirse viva. Adara siguió e