Ismael Parece que solo fue ayer cuando vi la dulce sonrisa de mi madre al ingresar corriendo por la puerta trasera porque quería sorprenderla con unas flores que había recogido en el camino. Recuerdo la fina curvatura de sus labios ensancharse y sus mejillas sonrojarse levemente al verme con ellas, así como también tengo muy presente el maravilloso beso que me dio en agradecimiento y el calor de su cuerpo al abrazarme. Hasta ese punto, no hubo ninguna mujer que diera mejores abrazos que ella, unos que extrañé después de su pérdida y que me pareció haber recuperado cuando Bárbara llegó a mi vida, no fue de buenas a primeras, pero a medida que descubría a la mujer sensible, dulce, a la que le importa su familia, descubrí otra clase de abrazos, aquellos que llevaba mucho tiempo sin sentir