Jhon.
Patricia sigue igual que ayer y sé que seguirá así hasta ver a Ana. Cuando fui a verla estaba abrazada al oso rosado de Ana mientras lloraba y murmuraba donde estás Ana, donde estás mi pequeña, juro que nunca la ví tan mal y menos llorar tanto.
—Si tanto te domina ve con ella, además te necesita más que nunca —dice Helver frente a mí, no se ha ido, dice que estará por si lo necesito y se enfoca en que lo necesitaré.
—Bueno, te haré caso —Me paro suspirando —. A cargo —le advierto señalándolo.
—¿Y lo que hablamos?
—Ya te dije, primero te casas y luego le pides un hijo, un sobrino no está mal —. Le guiño un ojo y me marcho.
Al llegar a casa el silencio me da la bienvenida y siento un vacío muy grande, con Ana casi no hay silencio, tan animada y maravillosa, la extraño tanto,
