Los niños terminan de cenar y yo me pongo a lavar los trates, no tengo más que hacer, además de tristeza tengo aburrimiento. Repentinamente siento unos brazos rodear mi cintura. —Aléjate —Ordeno. —Reina por favor —Murmura, y un olor a alcohol me invade. —He dicho que te alejes —aclaro. Tomo un cuchillo, y giro entre sus brazos. —He dicho que te alejes —repito apuntando el cuchillo hacia su barbilla. —. No estoy jugando. —Hazlo, no me importa, pero no te soltaré —Afirma con seguridad. Lo empujo y con mi mano libre lo tomo del cuello de su camisa y sostengo el cuchillo con la punta hacia él y la mano alzada. —¿Crees que puedes atreverte a querer pegarme y luego tocarme como si fuera una cualquiera? No soy de esas mujeres que se permiten pegar y luego acostarse conmigo —Río