Sentí el colchón hundirse a mi lado y un suave perfume me inundó seguido de una caricia en mi mejilla que se sentía muy bien, un calor se acercó a mi rostro rozando mis labios con tiento y mi corazón retumbó como loco al reconocerla.
—Marla… —siseó divertida evitando que abriera los ojos, pero en lo poco que vi alcancé a notar el carmesí de sus labios—. No me hagas esto, hechicera.
—Descansa, músico.
Sus exquisitos labios se apoderaron de mí, su sonrisa me contagiaba, alegraba mi alma mientras mi cuerpo suplicaba por perderse de nuevo en su cintura y si no era mucho pedir, quizás un poco más allá.
Desperté al sentir un cosquilleo en mi pecho y un cuerpo se pegó más a mí, lo abracé anhelando a mi hechicera, pero algo en su cintura no se sentía igual que aquella noche al despedirnos, ent
