Sabía que Meli quedaría muy nerviosa al no darle explicaciones durante la llamada, pero al contarle lo ocurrido con Jimena y la noticia de mi traslado, fue el silencio lo único que nos rodeó con unas pocas lágrimas de parte de ella quien no se atrevía a darme la cara. En un día cayeron todas las bombas sobre mí y lo peor era que no podía aplazar o enviar a otra persona en mi nombre porque ya el contrato estaba firmado, solo que el día que lo hice no tenía hijos, una ex demandándome, una persona que se convirtió en mi presente y menos un amigo que cada día caía más bajo. —Meli… —intenté tomar su mano, pero ella la alejó—. No te pediré que me comprendas, tampoco que me esperes ni mucho menos que aceptes mi situación con Jimena, pero… —clavó sus dulces ojos aniquilándome. —Pero ¿qué? —Es