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1270 Palabras
SOFÍA —¡Sofía! —me gritó la abuela desde la planta baja—. ¡Sofía! ¡Hunter está de camino!  Mis pies se movieron solos hasta la planta baja y me tropecé con mis abuelos en la cocina mientras limpiaban la cocina. Yo había estado ayudando a limpiar el piso de arriba, y no estaba nada presentable.  —Pensaba que ya había terminado de pintar la verja —dije.  —Y lo ha hecho —me dijo el abuelo Jack, y me apuntó con la escoba—. Estáis siendo muy buenos amigos, ¿no? Que no me entere yo de que se propasa, eh...  —Abuelo... —resoplé con gracia, y la abuela le miró mal.  —Hunter es un buen muchacho, a mi me gustaría que fuera tu novio —Era fan de las películas que ellos solos se montaban—. Viene a hacer unos arreglos en el ático —me explicó.  Solía jugar en el ático de pequeña con mi padre. Lo tenía lleno de viejos juguetes de mi madre y muñecas de hacía años. Después, con las películas de miedo les cogí miedo y no baja ni al sótano de casa. Entendí que estaba siendo una niñata hormonada cuando corrí a mi cuarto y rebusqué en mi armario algo más presentable, pero enseguida dejé de hacerlo porque era ridículo y patético. ¿Desde cuando me importaba tanto verme bien por un chico? ¿Por uno al que a penas conozco?  Seguí limpiando con la música a tope en mi cuarto y me moví mientras barría todo el suelo.  —¡Buh! Pegué en salto, solté la escoba y me agarré a los hombros de Hunter para no caerme del susto. Él se empezó a desternillar, pero sentí sus manos agarrarse a mis caderas y apreté con fuerza sus hombros para no matarle por el susto que me había dado.  —¡Eres un idiota, Hunter! —terminé riéndome con él, y le golpeé el brazo sin fuerza—. ¿No puedes entrar como una persona normal?  Sus manos se aferraron con algo más de fuerza a mis caderas y dejó de reírse para mirarme. Tuve que subir la cabeza demasiado para poder mirarle bien, pero me daba igual porque era tan guapo que me podría haber roto el cuello.  —He entrado como una persona normal, te he estado llamado y no me escuchabas.  Asentí lentamente, incapaz de articular palabra alguna, y nos quedamos en un silencio bastante cómodo entre los dos. Se relamió los labios y bajé mis manos por sus brazos hasta sus muñecas cerca de mis caderas.  —¿Hunter? Espera que te abro allí arriba —escuchamos la voz de mi abuelo. > Me sonrojé y Hunter carraspeó soltándome y se rascó el cuello con los labios torcidos y una pequeña sonrisa. Sin saber porqué me entro una pequeña risa y Hunter me miró con un brillo en los ojos riéndose conmigo. El abuelo Jack se asomó por la puerta y nos miró curioso antes de llamar a Hunter y casi arrastrarlo fuera. Cuando volvió a pasar me miró con los ojos entrecerrados y me apuntó con su dedo arrugado.  Para cuando terminé de limpiar y dejé las cosas en el armario del pasillo, me acerqué con algo de temor a las escaleras que bajaban del techo y las moví haciéndolas chirriar. Hunter no tardó en asomarse y sus rizos cayeron con la gravedad.  —¿Quieres subir? —me ofreció, y estiró la mano.  Me daba miedo, odiaba la oscuridad y que la escalera se cerrara por arte de magia, pero pensé en lo que sería estar en un espacio encerrada con Hunter y no me pareció mala idea intentarlo. Sea como fuera estiré la mano y agarré la suya a pesar de que no la necesitaba para subir. Una vez arriba tuve que ir encorvada y Hunter directamente se arrastraba por el suelo porque si yo ya me daba con el techo, el pobre chico debía de sufrir por su espalda y su cuello. Terminé caminando a gatas como él.  —¿Qué haces aquí arriba? —le pregunté.  —Estoy arreglando la luz, y tengo que clavar un par de tablas que se han soltado al suelo. Nos sentamos enfrente del otro en un pequeño espacio al que le llegaba la luz del día por la pequeña ventanita redonda que había allí arriba. Era la única luz junto con la linterna de su móvil y le ayudé a ver mejor mientras manejaba cables y destornilladores. Ayudar a Hunter era entretenido porque, no sólo era muy guapo de admirar, sino porque me hacía reír.  —¿Lista para mañana? —me preguntó mientras ataba cables.  —No puedo estarlo más. Tengo ganas de ir con este calor que hace —aseguré, y él me miró—. ¿Qué?  —¿Podré verte en bikini? —bromeó, y movió las cejas.  —Bueno, yo podré verte en bañador, asique me parece un trato justo —reí con él, pero no era tanta broma. Aunque ya lo había visto sin camiseta, quería hacerlo otra vez.  Hunter se relamió los labios y me agarró la mano para que moviera la linterna más cerca de él, tuve que dar un paso más cerca y mi pecho rozó su brazo un par de veces cuando lo movía.  —Todavía no me has dicho que estudias —curioseé.  La luz se dio en todo el ático y él soltó un suspiro finalmente para colocar el panel de luz en su lugar.  —Arquitectura.  —Wow —dije sin pensar—. ¿Te gusta?  —Lo hace, siempre me ha interesado, lo tenía muy claro antes de entrar en la universidad.  Admiré su seguridad. Yo ni siquiera sabía qué quería ser.  Le perseguí mientras él terminaba su trabajo, y me dejó usar el martillo. Cinco golpes antes de que casi me aplastara un dedo con mi torpeza. Él terminó enseguida y en lugar de bajar nos quedamos un rato más hablando de cosas que daban igual, pero que me hacían bien.  —Entonces... —empecé cuando decidimos bajar—. ¿A qué hora vas a venir mañana para irnos?  —Sobre las once, o si quieres puedo venir antes y salimos a desayunar —me había dicho.  Él ya había bajado, y con toda la confianza me sujetó de las caderas para que no me cayera por la escalera porque no veía bien los escalones. En cuanto toqué el suelo me cruzaron un montón de imagen sobre un desayuno con Hunter. > Me quedé mirando como una tonta como sus músculos se estiraban mientras subía la escalera y la enganchaba en el techo, me pilló infraganti y no supe disimularlo.  —Me parece bien desayunar —me apresuré a decir. En realidad me daba igual si era solos, Hunter era una gran compañía y lo iba a disfrutar.  —Vale... —miró su móvil y se le contrajo la cara—. Tengo que irme, pero estaré aquí mañana temprano. Te mandaré un mensaje cuando venga —lo dijo tan rápido que pensé que algo malo había pasado, pero entonces me sonrió con esa bonita sonrisa que tenía y se inclinó para darme un beso en la mejilla—. Hasta mañana, Sofía.  Creo que estaba temblando y no sabía porqué. Me sonrojé aún más y me balanceé en mis pies apretando los labios.  —Hasta mañana, Hunter —susurré.  Quería golpearme por ser una hormona con patas. 
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