Jack: Mi fin de semana se convirtió en algo rutinario, los sábados por la mañana, salía a correr, me ponía una sudadera ne*gra con capucha, un cubre bocas y corría por casi una hora y media, hasta que mi corazón no daba para más, volvía a casa y me duchaba, me preparaba el desayuno…, a veces, pues a mi madre no le gustaba que comiera solo. Así que, a veces tenía que hacer acto de presencia en su comedor, o la tendría encima de mí, diciéndome cosas como: “No deberías de pasar tanto tiempo solo. Ni siquiera te importo tanto como para que vengas a verme. No sé si estás vivo o no”. Era preferible no angustiarla. Después de eso, mi terapeuta venía a mi casa, era una mujer de 30 años, creo que sabía más yo de ella, que ella de mí. En ocasiones me ayudaba, en ocasiones solo se me hacía una

