Emily Rose. Es la décima vez que el timbre suena y francamente no tengo ganas de ver a nadie. Me levanto con pereza y muy mal humor de la cama y camino despacio hasta la puerta y por la mirilla veo a Jen y Diego esperando impacientes para que abra. —¡Tengo sueño, vuelvan más tarde! —grito. Un dolor en mi bajo vientre se manifiesta con la fuerza que ejerzo al levantar la voz. Las molestias no cesan desde ayer que al señor Nicolás se le ocurrió la grandiosa idea de la sesión de sexo intenso en el baño. No paró hasta dejarme exhausta y maltrecha, cada maldito musculo de mi cuerpo duele a horrores. Claro que eso no calmó mi enojo tanto como él pudo saciar su lujuria, pero con su lengua recorriendo el 100% de mi cuerpo y su virilidad invadiendo mis entrañas con constancia y vigorosidad, f