Escaparme del mundo es mucho más sencillo cuando tengo a mi hija entre mis brazos. Sus ojos azules son mi salvación y esa sonrisa inocente me alegra la vida. —Sabes, no importa que es lo que te digan, yo te amo, ¿sí? —le digo y me inclino hacia ella para besar su frente con ternura. —Hija —me sorprende la voz de mi padre y al mirar hacia la puerta lo veo parado bajo el marco. —Hola papá —digo cabizbaja y él se acerca a mí. —Ven, te dejo un lugarcito —ofrezco dejándole un espacio en el sofá y se sienta a mi lado. —¿Cómo te sientes? —me pregunta amable mientras que hace que su nieta apriete su dedo índice y sonríe—. Es tan parecida a ti cuando eras así de pequeña —habla y sonrió yo también. —Gracias a ella estoy bien, y es tan contradictorio… —murmuro—. Es el producto de la peor noche