Capítulo dos; Tonta duda.

2284 Palabras
Reviso algunos papeles mientras ceno un sándwich que amablemente y de manera "desinteresada" Jhonny me preparó y lo trajo para mí hasta la oficina. Y dudo mucho que sea de manera desinteresada pues se la ha pasado observandome y lo conozco tan bien que sé que está buscando información para correr a contarle al otro chismoso de Kozlov. —¿No tienes trabajo que hacer?–cuestiono sin mirarlo. —Nou, he terminado con todo además ya no es horario laboral cariño, casi es media noche. –asegura mientras bebe con gracia de su copa. —¿Y no te has ido a dormir por qué? —¿Hubo sexo se reconciliación? –hace la pregunta sin rodeos y yo pongo los ojos en blanco aunque claro él no los ve. —Jhonny. –le lanzo una advertencia implícita. —Rusa por favor, solo quiero que te desahogues conmigo. Sabes que podemos hablar. —Tomaré su ejemplo y comenzaré a guardarles secretos. —¡Khatia! ¿Por qué tienes que ser tan cruel? —¿Y tú por qué tan chismoso? —Curioso, nada más. —La curiosidad mató al gato. –señalo esperando que el tema quede olvidado. —Menos mal que soy una pantera. ¿En serio no vas a contarme? Siempre fui tu confidente Khatia, nadie te conoce tanto como yo, ni siquiera Masha. Habla conmigo, rusa endemoniada. Su apodo me hace reír y dejo la carpeta que sostenía entre las manos para ponerle atención. —¿Qué quieres? —¿Qué sucedió entre Cristián y tú? —Tuvimos una discusión, como ya sabes y por quién ya sabes. —¿Por qué carajos hablas en clave? Di su nombre, no es Voldemort. —Eres un tonto. —¿Todavía te duele decir si nombre? —Cristian odia a Marco, por toda esta parte de lo que sabe que me hizo. Además, le tiene celos. —¿Eso fue por lo que pelearon? —No, el tema de Marco solo fue lo último que soportó de él. El verdadero motivo por el que quería irse fue por qué encontró mi bote vacío de pastillas anticonceptivas. —Supongo que él no sabía sobre eso. —No, no sabía. —¿Por qué se lo ocultaste? –cuestiona y algo en su tono de voz me hace sentir que cometí un error. —¿Por qué tu pregunta suena a qué lo que hice estuvo mal? —¿Por qué se supone que son pareja? Era obvio que el Adonis se sintiera ofendido, una por no mencionar que te estabas cuidando y dos, por qué quizás él si planeaba tener pequeños rusos mexicanos contigo. —Mi posición no me permite darme el lujo de tener hijos. —Eso nunca fue una excusa cuando estabas con Bianchi, de hecho iban a tenerlo, ¿Recuerdas? –me dice y yo siento de nuevo esa culpa llenarme el vacío que dejó esa perdida. —Eso fue lo que él me dijo. Incluso mencionó que si no era mi tipo de mafioso. –confieso y sonrío con ironía. —¿Y lo es? Cristian no es tan sanguinario y apasionado como Marco. Digamos que en el mafiatómetro Bianchi está en el 100 y Cristian es un tierno 20. Casi puedo apostar que ni siquiera le hace justicia en la intimidad. —Por dios, Jhonny. Es hora de que te vayas a dormir. —Sabes que tengo razón, Khatia. Marco y tú no se podían dejar de tocar en todo momento. Fui testigo de eso, de cómo se hacían el amor con los ojos. ¡Con los malditos ojos! Cuando veo como miras a Cristian es como cuando ves a alguno de nosotros. »No hay magia, ni chispa y mucho menos fuego. No hay infierno donde puedas arder con él por qué el único hombre que pudo hacerlo es Marco Angelo Vittorio Bianchi, el maldito italiano. —Pero se acabó. –sentencio dando por terminada la conversación y tomo mis cosas. Camino hasta la puerta dispuesta a irme y no escuchar más de Jhonny pero su pregunta me detiene. —¿Lo amas, Khatia? ¿Amas a Cristian? —Es mi vida privada, Jhonny, deja de hacer preguntas que... —Que no tienen respuesta, ya sé cuál es la respuesta Khatia, engañate a ti misma si quieres, pero no nos engañas a nosotros. Eso incluye a Cristian. Él no es tonto, lo sabes. —¿Y qué quieres que haga Jhonny? ¿Que vaya a buscar a Marco? –cuestiono sintiendo un maldito nudo en la garganta. —No Khatia. Solo quiero que dejes de mentirte. No es sano ocultar lo que sientes en realidad, ni tampoco es justo para Cristian. —Lo quiero, Jhonny. —Querer no es amar, te sugiero que te mentalices desde ahora, no será fácil ver a Bianchi después de dos años. –asegura pasando de largo y dejándome sola, parada a mitad de mi oficina, con las piernas hechas gelatina. Cierro la puerta y me dejo caer en el sofá soltando amargas lágrimas, son una mezcla entre nostalgia, rabia y dolor. Una parte de mi odia a Marco Bianchi pero la otra se niega a olvidarlo por completo. Cada noche, día tras día, le rezo a dios para que me ayude a olvidarlo y me dé la fortaleza para amar a Cristian como se lo merece, pero entre más rezo por ello, menos respuestas obtengo. —Yo puedo con esto y más, después de todo no lo veré a él sino a Lian, él sabrá tomar su distancia como la última vez. Me recuesto en el sofá y sin querer acaricio mi vientre. Hubiese sido lindo que estuviera aquí, que corriera por el jardín y tuviera locos a todos. Por desgracia no fue así y solo me queda soltar ese doloroso recuerdo. *** La mañana se siente diferente, todos en la mesa guardan un silencio más que sepulcral y eso me pone hasta cierto punto incómoda pues nuestros desayunos no son así. Sé que hay algo que no me han dicho y puede ser por dos razones, es algo que va a molestarme muchísimo a mi o es algo que hará que Cristian se sienta incómodo. Así que no quiero preguntar o saber nada por qué hoy debo viajar a Grecia para reunirme con Lian, haremos negocios con Adán Martell, un hombre con muchas influencias en ese lado del mundo. —Hoy debo irme, no quiero regresar y que esto sea un desorden como la última vez. –señalo sin mirarlos, sé que están poniendo atención por qué los cubiertos dejaron de hacer ruido. —¿Irás sola? –cuestiona Jess. —No, Cristian irá conmigo. –confieso y puedo sentir la mirada de todos ahí. —De hecho, tengo algunas cosas que hacer aquí, es mejor que te lleves a Jhonny o a quien creas más conveniente. Levanto la mirada y el único que fija su mirada en mi es el antes mencionado. Yo trato de no aparentar que su respuesta me ha tomado por sorpresa. —Bien, iré sola entonces, gracias por el desayuno. –digo y me levanto de la mesa sin esperar a que alguien diga algo. Subo a mi habitación para preparar mi maleta y siento los pasos de Cristian seguirme. Si quiere pelear no lo va a conseguir, no tengo humor. Tomo el teléfono y llamo a mi piloto para que tenga listo todo. —Señorita Markova. —Preparen mi jet, estaré ahí en un par de horas, haremos un viaje largo. —Sí, señorita. Cuelgo la llamada y siento su mano tomar mi brazo. —¿Te irás sola? —¿Y ahora eso te importa? Me dejaste como estúpida delante de mi gente. —Ellos saben más de esta relación que nosotros mismos Khatia, no seas ridícula. Fijo la mirada en él y puedo ver el arrepentimiento cruzar por sus ojos, pero de nuevo no se disculpa. —¿Ridícula? ¿Te parezco ridícula? —No quise decir eso, yo... —¿Entonces que carajos querías decir? —Creo que no estás de buen humor hoy y es mejor que te de tu espacio. —¿De modo que la del problema soy yo? Amanecí sola en la cama, de hecho dormí sola. En dos años jamás dejaste la cama, creí que había quedado todo claro ayer. —Para mi quedó claro, prefieres el trabajo antes que otra cosa. —¿Qué diablos estás diciendo? ¡Eres parte del maldito trabajo! ¿Por qué ahora te quejas? ¿Y qué es eso tan importante que debes hacer aquí para no acompañarme a Grecia? —Es un asunto personal. –responde y toda la tristeza que comenzaba a sentir es reemplazada por coraje. —¿Asuntos personales? –cuestiono y comienzo a reír sintiendo mucha rabia. —Khatia esto no es gracioso, no entiendo por qué te ríes. —¡Por qué es una estupidez! ¿Qué asuntos personales tienes? Lo sé todo de ti maldita sea, ¿Qué me estás ocultando? ¿Acaso es una mujer? ¿Tienes una amante? –grito y sus ojos se fijan en mi–. ¡Mierda! ¿Tienes una amante? —No, Khatia. –responde desviando la mirada–, ¿Qué clase de persona crees que soy? —Tu mirada vaciló por un instante Cristian, si eso es lo que está sucediendo tienes que decírmelo. Prefiero que seas tú quien me lo haga saber antes de enterarme de otra manera. —¿Realmente crees que soy tan deshonesto como tú? Bien dicen que la gente juzga como vive, ¿no? –termina por decir haciéndome sentir muy tonta y culpable por haber dudado de él. Termino de meter mi ropa y todo lo necesario en mi maleta y camino directo a la ducha, necesito pensar. **** —¿Deshonesta? Realmente no puedo creer que te haya llamado así. —Yo lo juzqué, supongo que era normal que actuara así. Le pregunté si tenía una amante, ¿No fue eso una locura? –cuestiono y Jhonny me mira en silencio y eso no es una buena señal–, ¿Por qué ahora te quedas callado si no parabas de parlotear hace cinco segundos? —Yo no quiero ser el aguafiestas de tu burbuja de idealización pero, ¿realmente estás segura de lo que Cristian siente por ti? —¿Por qué ahora haces esa pregunta si te la pases diciendo que se muere por mi? —La gente se cansa de esperar, Khatia. No tengo qué recordarte que duraste casi un año para tener sexo con él y además no siempre eres tan cariñosa. »No dudo que esté enamorado de ti o que tenga sentimientos hacia tu persona, pero tú le das migajas a alguien que siempre te ha dado enormes trozos de amor Khatia. —¿Crees entonces que hay alguien más? ¿Otra mujer? —Tú dímelo. ¿Alguna vez has visto si sale solo? ¿Si actúa diferente? ¿Si recibe mensajes durante el día? —Recibe mensajes pero son de trabajo. —Cariño, ¡él trabaja contigo! Estás tan sumida en tu burbuja de líder que no te das cuenta de las cosas. ¿Quién pude mandarle mensajes de trabajo, Khatia? —¿Soy una estúpida? –cuestiono sintiendo el nudo en la garganta. —Creo que si, linda. ¿Te dijo a dónde iría? —No, pero puedo saber exactamente dónde está. Llévame de vuelta a la casa, –ordeno al chófer–, Jhonny, llama al piloto y dile que llegaré un poco tarde. —Sí, jefa. Jhonny llama al piloto mientras volvemos a casa. Hoy voy a rastrear el collar que lleva Cristian a pesar de que no quería usarlo a menos de que fuera necesario. Considero que no es de vida o muerte pero si necesito saber dónde está exactamente. No sé si realmente dudo de él porque lo siento en el cuerpo o porque Jhonny me hizo ver qué era muy posible que me estuviese traicionando. Independientemente de quién es para mí, las traiciones así no quedarán impunes y lo mismo pasaría con Jhonny, Masha, Kozlov y Jess. Si algo me enseñó Marco es que las traiciones se pagan y no sé perdonan. Llego de nuevo a casa y Jess, Kozlov y Masha me miran con sorpresa. Voy hasta mi habitación y siento como Jhonny entra después de mi. Busco en mi computadora y tecleo algunas contraseñas. El punto azul se encuentra en un restaurante alejado de aquí, algo dentro de mí me dice que no fue precisamente a comer hasta allá solo. Mando la dirección hasta el GPS del auto y bajo de inmediato. —¡Khatia espera! –me detiene Kozlov con mirada preocupada. —No es un buen momento, Vladímir, déjame pasar. —Te conozco, algo te molesta. Dime qué es y lo vamos a solucionar de una manera civilizada y sin exponerte. —Es una orden. –sentencio y él se hace a un lado. Salgo hasta el coche y subo sin esperar a nadie. El chófer avanza apenas cierro la puerta. Si Cristian está con alguien más yo... ¿Yo qué? ¿Voy a matarlo? ¿Voy a reclamarle? ¿Qué? ¿Que haya decidido buscar felicidad en otra mujer? Mi teléfono suena y respondo sin ver el número. —¿Qué? —No vayas a cometer una locura, rusa. —¿Locura? Parece que no me conoces. Cuelgo el teléfono consciente de que de un momento a otro todos vendrán detrás de mí. Solo quiero llegar a dónde se encuentra Cristian y quitarme está tonta duda de una vez por todas.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR