♦️Vete con tu zorra♦️
Vanesa admiraba el bonito paisaje que tenía desde su balcón, el jardín de la casa era enorme, las flores estaban iluminadas y la alberca brillaba por el agua y el reflejo de las lámparas, el clima era agradable, no hacía frío, ni calor, el cielo estaba lleno de estrellas y la luna en lo alto estaba de un blanco brillante, todo estaba en tranquilidad, miró a su derecha y vio el balcón de la habitación de Giovanni, apenas se podía ver que las puertas estaban abiertas pero no había luz saliendo de su habitación, de seguro ya estaban dormidos.
Estaba por entrar e irse a dormir cuando escuchó algunos gemidos provenientes de la habitación contigua, miró a su alrededor y se acercó un poco más al balcón, sus dedos recorrieron el barandal y sonrió al escuchar los gemidos un poco más fuertes.
Bianca estaba pegando de alaridos, eran unos gemidos muy extraños los que hacía.
—¡Oh mi amor!, ¡Si!, ¡Oh si!— gritaba Bianca. Vanesa sintió un cosquilleo en su entrepierna, él señor Berlusconi debía ser bueno en la cama, tanto que hacía gritar a esa mujer de placer, los gemidos empezaron a excitarla. Entró a su habitación y cerró las puertas del balcón, todo quedó en silencio de nuevo.
Se quitó el vestido y quedó solo en ropa interior, se recostó en la cama y se removió un poco, imaginaba lo que estaba pasando en la habitación de a lado, las cosas que estaban haciendo, se puso de pie un poco molesta y fue ponerse la bata de baño, salió de la habitación y fue en busca de algo.
—Sì, ho detto di no, ma sai com'è Roberto, (Sí, dije que no, pero ya sabes cómo es Roberto).
Vanesa miró a los hombres que fumaban frente a la entrada principal de la casa y sonrió al ver la cosa que buscaba.
—Santino.
Los dos hombre se giraron y miraron a la chica en bata, la admiraron y Santino sonrió ampliamente.
—¿Que haces despierta tan tarde? —preguntó él y se acercó a ella.
—Te estaba buscando— susurro Vanesa y lo miró con los ojos brillantes como los de un gato en la oscuridad.
—¿A mi?, ¿En qué puedo ayudarte? — preguntó Santino.
………..
Santino llevó a Vanesa a una zona un poco aislada, un punto ciego de la casa y de las cámaras de seguridad, tomó a la joven y desenredó la bata para poder ver su cuerpo, ella era hermosa, la acarició y le dio un beso, la lengua de Vanesa se enredó en la de él, mientras que sus nalgas eran estrujadas entre las grandes manos del hombre.
Él puso la cara de ella contra la pared y la hizo inclinarse un poco, tenía una erección muy dura y necesitaba ocuparse de ella, subió la bata de Vanesa hasta su cintura y le bajó la ropa interior dejándola caer al suelo, se bajó la bragueta y sacó su m*****o, se lo frotó un poco con la mano y miró la entrada de la chica, notó lo dilatada que estaba, se lamio los labios y sacó un condón que consiguió de último momento, rozó su glande contra la vag*na de Vanesa una vez que se puso el condón y poco a poco entró en ella dejando salir un gemido de placer, Vanesa gimió y lo miró de reojo, él deseo en su interior solo iba en aumento.
Él empezó a entrar y salir de ella, disfrutando del estrecho canal que la mujer tenía, su p*ne se sentía más estimulado y el placer iba a los límites, Santino acarició su espalda y posteriormente sus glúteos que chocaban contra su cuerpo. La chica gemía de placer, mientras se tocaba los senos, quería que fuera más rápido, quería que no tuviera compasión de ella, que se lo hiciera duro. Santino fue más rápido, sentía su corazón latir con fuerza, la mujer delante de él era espectacular.
Después de un rato Santino rugió y eyaculó dentro del condón, presionó aún más su cuerpo contra el de Vanesa y disfrutó del momento tan glorioso.
Vanesa respiró y aunque había sido un buen sexo, no la hizo terminar, se sintió un poco decepcionada, pero al menos sus necesidades habían sido cubiertas por el momento.
—Lo siento, ¿Quieres que…
—No te preocupes, está bien— dijo Vanesa, ya se había resignado a que ningún hombre la haría venirse, así que no era necesario que Santino tratara de hacer algo que no podía. Se acomodó la bata y recogió su ropa interior, sonrió y la guardó en los pantalones de su amante.
—Un regalo —dijo ella y le dio un beso en la comisura de sus labios.
…………………
A la mañana siguiente ella se levantó temprano, tomó una ducha y se arregló para ir a desayunar. Chuck le había dicho que a las ocho, se puso un bonito vestido blanco de mangas largas, era corto y con una tela muy fresca, tenía un ligero escote y acentuaba su figura, se puso unos tacones negros, usó el maquillaje que Flora le dio y bajó al comedor.
Para su sorpresa “el cara de pared“ y la señorita “no toques mis cosas” estaban ahí, ambos estaban desayunando en silencio, Vanesa se acercó con cautela como un perro mendigo y saludó.
—Buenos días.
Bianca no le contestó y Giovanni ni siquiera la volteo a ver.
—¿Qué es lo que quieres aquí?, tu lugar está en la cocina —dijo Bianca mientras la miraba con desagrado.
Vanesa sonrió y asintió.
—Buen provecho, coman despacio no se vayan a ahogar— dijo ella antes de ir a la cocina.
Giovanni alzó la vista y solo le miró la espalda. Bianca por otro lado sólo estaba con cara de estreñida mirando como esa mocosa se atrevía a jugar con ella.
—¿Escuchaste a la igualada esa?.
—No le hagas caso—dijo Giovanni sin darle mucha importancia.
Vanesa entró a la cocina y miró a las tres mujeres que estaban ahí, las tres la miraron y una de ellas preguntó que si necesitaba algo.
—Quisiera comer.
—¿Eres Vanesa? —preguntó una de las mujeres.
—Si.
—Ven siéntate, te serviremos algo.
—Gracias— dijo ella muy feliz de que alguien fuera amable.
—Yo soy Marena, ella es Pía y ella es Zinerva.
—Mucho gusto.
—El señor Chuck dijo que eras una prima lejana del señor Giovanni — comentó Pía, una señora rechoncha y de unos cuarenta años.
—Si, así es, vengo de Estados Unidos.
—Pues bienvenida a Italia, seguro que ya no te vas a querer ir— dijo la mujer y sonrió.
—Te ves muy joven, ¿Qué edad tienes? — preguntó Zinerva.
—Tengo veintitrés.
Vanesa platicó con las mujeres mientras estuvo ahí, Pía era la cocinera, Marena y Zinerva hacían la limpieza de la casa, eran mujeres muy agradables.
Una vez que salió de la cocina volvió a su habitación donde se encerró prácticamente todo el día, al llegar la noche se metió a la ducha y tomó un largo baño con agua caliente, se sentía estresada, no sabía dónde estaba su mochila, ahí traía su teléfono y quería hablar con su prima, andaba solo en ropa interior cuando alguien tocó a la puerta.
—Adelante—dijo ella sin molestarse en cubrirse, estaba de pie junto a su cama buscando algo cómodo para ponerse cuando la puerta se abrió.
Giovanni entró a la habitación y se quedo quieto al verla semi-desnuda, la ropa interior que traía era de encaje y algodón, se veían sus glúteos bien formados y los hoyuelos de su espalda baja, tenía una piel blanca, tersa y firme, por un momento Giovanni no podía quitarle la vista de encima, no fue hasta que ella se giró a verlo.
—¿Ocupa algo? — preguntó Vanesa.
—Si… vístete, ponte algo decente, iremos con mi familia, la reunión se adelantó, como ya dije antes, más te vale que les caigas bien, de lo contrario mañana estarás en la cárcel —dijo Giovanni y la recorrió con la mirada una última vez.
Ella hizo un puchero y lo miró salir de la habitación cerrando la puerta detrás de sí. Buscó algo para ponerse y optó por un vestido n***o ajustado, con hombros caídos y un escote en forma de corazón, el vestido llegaba hasta la rodilla, pero tenía una ligera abertura en la pierna derecha, era muy elegante y también muy costoso, el señor Chuck tenía buenos gustos. Vanesa se puso un poco de maquillaje, arregló su cabello y de lo único que se quejó, fue de que Chuck no le compró algún suéter o una chamarra, hoy el viento estaba un poco frío y su cuello estaba desnudo, se puso unas zapatillas de correas atadas al tobillo, salió de la habitación y al ir bajando las escaleras escuchó que alguien discutía en la sala, bajó con cautela y miró que era Bianca quien discutía con Giovanni, ambos la miraron y Bianca se puso roja de coraje.
—Pues adelante, vete con tu zorra— dijo Bianca muy molesta y salió de la casa, Giovanni se sobó la cien y miró a la chica.
La miró como si ella tuviera la culpa de sus problemas y se apresuró a ponerse su saco.
—Vamos— ordenó.
Vanesa lo siguió y llegaron hasta un Maserati n***o, ella iba a subir en el asiento del copiloto pero Giovanni la detuvo.
—Ve atrás, solo mi novia puede ir enfrente.
Obedeció y subió en la parte trasera, Giovanni se subió y se puso el cinturón de seguridad, mientras que la chica admiraba el interior del auto y recordó con nostalgia su Ferrari, aunque claro no era de ella, se colocó el cinturón y miró por la ventana.
Llegaron hasta una enorme casa, aún más grande que la de Giovanni, parecía una zona exclusiva pues todas las casas en ese lugar eran enormes, Giovanni bajó del auto y Vanesa no esperó a que fuera caballeroso con ella, así que se bajó por si sola, siguió al hombre gruñón hasta la entrada y antes de que él tocara a la puerta se giró y la miró con cara de pocos amigos.
—No hables, yo voy a responder a sus preguntas, ¿Entendiste?.
—Si— respondió Vanesa y apretó los dientes, él era tan nefasto, y tan mandón.
Tocó el timbre y esperó, antes de que la puerta se abriera tomó a Vanesa de la mano y sintió como la joven se puso tensa.
Vanesa miró sus manos entrelazadas y tuvo una sensación extraña, él tenía manos grandes y toscas, pero estaba muy cálida, tenía una piel blanca, los tatuajes en sus nudillos resaltaban, Vanesa sabía que los hombres tatuados eran más atractivos, los hacía ver malos, y aunque nunca le llamaron la atención ese tipo de hombres, ahora que veía a Giovanni sujetándole la mano, sentía como si él fuera a protegerla de todo peligro, aunque sabía que en el fondo la odiaba y le caía mal.
La puerta se abrió y una mujer sonrió.
—Señor Giovanni, pase— dijo la mujer muy feliz.
Giovanni tiró de Vanesa con delicadeza y ambos entraron.
—Gio ¡Querido!— dijo una mujer mayor muy emocionada.
—Nana—dijo Giovanni sin tanto entusiasmo.
La mujer tocó el rostro de Giovanni y le dio un beso en las mejillas, todo lo que había en sus ojos era amor puro, luego sus ojos se posaron en Vanesa y la sonrisa se borró, la señora miró la mujer que acompañaba a su nieto detenidamente y se acercó a ella, miró a Giovanni y cuando Vanesa estaba por entrar en pánico, la mujer dibujó una sonrisa en su rostro.
—Pero que bonita eres, y que elegante—dijo la mujer mientras la admiraba.
—Buenas noches señora, disculpe que llegue con las manos vacías, el jefe me avisó de último momento — dijo Vanesa recordando que su tía siempre la regañaba por que llegaba a su casa con las manos vacías, “Si visitas a alguien, tienes que ir con las manos llenas“.
A la señora le brillaron los ojos mientras que a Giovanni se le ponían de un rojo intenso, ¿Lo había llamado jefe?.
—Pero que atenta jovencita, pero ven, ven, déjame verte bien—dijo la mujer y tomó a Vanesa de la mano, la examinó a detalle y le dio una mirada de aprobación a su nieto.
Giovanni respiró aliviado al igual que Vanesa, esa era una buena noticia, ella creía que iba a ir a la cárcel, así que respiró aliviada de saber que tenía una probabilidad de que eso no fuera así.
—¿Dónde están mis padres?.
—Están…
Una pareja llegó a la escena, la mujer se veía elegante y costosa, y el hombre parecía una persona de negocios, con un traje n***o y un rostro cansado, aún así tenía porte, era un hombre que resaltaba.
—Giovanni, hijo— dijo la mujer y se apresuró a abrazarlo, lo abrazó casi como si no lo hubiera visto en años, la verdad era que casi no veía a su hijo, siempre estaba ocupado en el trabajo o en reuniones, lo extrañaba mucho.
Giovanni abrazó a su madre y saludo a su padre, luego las miradas se posaron en la chica.
—Bueno, ya que están aquí, les presento a mi novia, ella es Vanesa, Vanesa ella es mi abuela, Carmina Berlusconi, y ella es mi madre Katherine Walt, y mi padre Alessandro Berlusconi.
Vanesa sonrió y saludó a la madre de beso y al padre de mano, era examinada de pies a cabeza en busca de algún defecto o algo que no les agradara.
—¿Que edad tienes?— preguntó la señora Katherine , le parecía muy joven para su hijo, Giovanni estaba por cumplir los treinta y tres y la joven a su lado parecía de veinte.
—Tiene veintiséis, se ve muy joven ¿Verdad?— dijo Giovanni y sonrió, su sonrisa casi se veía genuina, puso su mano en la cintura de Vanesa y la miró a los ojos, cualquiera que los viera pensaría que se amaban realmente, nadie pensaría que era una farsa.
—Si, pensé que tenías menos, tienes una piel muy bonita — dijo Katherine.
—Gracias, mi mamá decía que era traga años.
—¿Decía? — preguntó la señora Carmina.
—Si, mi madre falleció cuando yo tenía dieciséis, tenía problemas del corazón.
La señora Carmina sintió pena por la joven y su rostro se puso un poco triste.
—Oh, pero no se preocupe, no estoy triste por eso, mi madre sufrió mucho, ahora estoy feliz, por que se que esta en un lugar mejor—Dijo Vanesa con una sonrisa genuina en su rostro, claro que se sentía triste de no tener a su madre, si ella estuviera, tal vez no estaría en su situación actual.
—Pero tienes a tu padre — dijo Katherine para alegrar el agrio momento, Vanesa sonrió y negó.
—Él se fue cuando yo era muy chiquita, jamás lo conocí y mi madre nunca se volvió a juntar, así que, no, no tengo padre.
Giovanni miró el semblante de Vanesa, ella sonreía pero había algo que la hacía ver muy melancólica.
—Por qué no mejor dejamos de hacer preguntas tan personales y vamos a cenar que yo muero de hambre — dijo el señor Alessandro un poco incómodo por hacer sentir mal a la chica.
Todos se fueron al comedor y Vanesa se sentó junto a Giovanni, dos mujeres entraron y trajeron platos con comida, ella no había comido en todo el día y sus ojos se iluminaron al ver la rica pasta Alfredo que estaba frente a ella, miró los cortes de carne y la boca se le hizo agua.
Se sirvió un poco de todo sin verse muy desesperada por comer y cuando probó el primer bocado sintió que iba directo al cielo.
—¡Por dios que rico está esto¡— exclamó en voz alta, todos la miraron y sonrieron al verla, —Hay, perdón—dijo ella un poco avergonzada.
—Tranquila disfruta la comida, yo hice la pasta, es una receta de familia— dijo la señora Carmina con felicidad.
—¿En serio?, esta muy buena, por favor adópteme y enséñeme a hacerla— suplicó Vanesa mientras enrollaba más pasta en su tenedor