Lucero Las cosas pintaban bastante mal, peor de lo que imaginé, y más porque los minutos corrían a la par de los kilómetros preocupándome en gran medida. No tenía ni idea de en dónde estábamos más allá del hecho de encontrarnos muy a las afueras de la ciudad y la bodega en la cual se adentró Ramiro estaba vigilada por muchos hombres armados que cuidaban los alrededores. —¿Qué estás esperando? ¡Bájate! —ordenó Rosario quien haló de mí haciéndome tropezar y habría terminado en el suelo de no ser porque Ramiro alcanzó a sostenerme. Este no dijo nada, tan solo me arrastró hasta el interior de una de las tantas bodegas que había alrededor y fue cuando vi un helicóptero a lo lejos, se me hizo extraño, pero igual seguí el camino en silencio. Muy en el interior del lugar había más vigilancia, m