HANNAH Las separaciones eran duras, pero cuando nos despedimos de nuestros amigos y pasó, sólo nos quedó energía y ánimos por coger el avión a Atlanta. —Vendrás, ¿verdad? —me preguntó Hazel desde mi cama. Terminé de cerrar mi maleta y le miré con una sonrisa. —Claro que sí, en todas las vacaciones —aseguré, y le di un apretón en la rodilla—. Seguro que te haces rápido a que no esté. Ese era el día, estábamos todos en casa y nuestros padres estaban algo emocionales por nuestra marcha. Llevábamos parte del verano escuchando consejos, charlas y algunas normas que nos dabas. Yo ya tenía todos los papeles y me había comprado los libros, y Joshua ya estaba impaciente por empezar a jugar en la universidad. Llamó con los nudillos a la puerta abierta de mi habitación, estaba guapísimo ves
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