Natalie Mientras me veía al espejo, no pude evitar hacer una mueca. Eran casi las cuatro de la tarde… y me casaría en menos de tres horas más. Si bien era cierto planear una boda, era prácticamente imposible en un sólo día, las ventajas de tener dinero era que todo se hacía instantáneamente más fácil, como si tuvieras una un hada madrina que cumpliera todos tus deseos con una varita mágica. Solo "¡zas!" y el vestido estaba listo. — Natalie, si no te quedas quieta, las modistas jamás acabarán. Bueno, tal vez se requería más de un "zas". —L-Lo siento… estoy algo nerviosa —admití. Mi amigo me sonrió, mientras devolvía la vista a la pequeña lista de organización que había comenzado la noche anterior. Era en verdad increíble, había hecho de la mansión un lugar de ensueño para una boda