Solté un suspiro. Esto de ser novios era… casi perfecto. Decía "casi", por un detalle que lo arruinaba todo: los regalos. Cada día, Ethan decidía sorprenderme con regalos y detalles cariñosos, cosas que recordaba sobre mí: flores, notas, dulces… y no precisamente locales. "Una vez me dijiste que adorabas unas flores de Grecia… no salí de Estados Unidos, pero pensé que podría traértelas" Y allí estaban, cada día algo nuevo: las preciosas flores, o los chocolates suizos, o la pizza italiana para ver una película… En cambio yo, no tenía ni idea de que darle a él. No recordaba casi nada sobre nuestro noviazgo interior, sólo aquellos escasos fragmentos de sueño. Tampoco había decidido si regalarle algo como una amiga o como su novia, incluso le había preguntado, pero él había decidido d