En el segundo día, comenzaron las clases… —No, no, no, no —repitió Sebastien, con un suspiro cansado—. Yo sé de lo que te hablo, es una mala idea… Nos había tocado en el mismo salón y durante toda la mañana, previa al comienzo de la clase, no habíamos hablado de otra cosa. Estaba a entrar, pese a ser consciente de que Kevin haría lo imposible por alejarme. —Tenme fe, viejo —repetí, obstinado—. En mi otra escuela yo era el capitán… y un fantástico capitán. —Pero de nada te sirve con ese sistema de clasificación de Kevin. Podrás ser el mejor, pero si él no lo quiere… no entrarás. Bufé. ¿Qué tan difícil podía ser entrar al equipo? Sabía que Kevin se esforzaría en negarlo, pero también sabía que una prueba básica no podía ser tan difícil, sobre todo para mí, que llevaba años entrenando.