Ethan
—¡Ethan, date prisa!
Gruñí, mientras me revolvía entre las sábanas de su cama.
¿Cómo podía esa chiquilla gritar tan fuerte?
—Y-Ya voy —mascullé, mientras bostezaba y apartaba las frazadas. ¿Qué hora era?
El sol me dio en la cara y supo que el día me traicionaba. ¿A qué hora se había quedado dormido ayer?
—¡Llegaremos tarde, primo idiota! —gritó Nancy, tratando de moverme.
—¡Cállate, Thompson! —repliqué molesto—. ¡O te juro que no saldré de la cama!
—¿Ethan? —llamó la conocida voz de Natalie, cosa suficiente como para hacerme despertar del todo—. ¿Tienes sueño?
—¡No! —respondí apresurado, mientras una sonrisa automática se dibujaba en mi rostro y me ponía de pie de un salto—. ¡Estoy lleno de energía!
Falsa mentira, estaba muerto, con ojeras, me sentía pesado y los músculos
