Mark Wilson. —Hijo, ¿Por qué no vas a comer algo y descansar? No te has alimentado en todo el día —dice mi madre sentándose a mi lado en el sofá del hospital. Miro a Lissy y niego. Mi vista no se aparta de ese aparato donde se miden sus latidos cardiacos que se mueve muy lentamente. Hace exactamente 10 días que no despierta y me siento desesperado; son 10 malditos días que estoy muriendo lentamente y creo que ya no puedo soportarlo. No consigo calmarme, es simplemente imposible hacerlo, sobre todo, cuando su doctor me informó que está en sus últimos días. —Te haces daño —continúa. —Si te enfermas no vas a poder acompañarla. Ella te necesita. Nada de lo que dice puede hacerme cambiar de opinión, no quiero y no voy a dejarla sola. Tomo su manita y mentalmente le ruego que haga un esfu