Katherine.
Después de cenar caminamos por la hermosa ciudad tomados de la mano, Alessandro carga a Nicolás y él está muy feliz. Las fiestas se acercan, creo que por eso las personas ya comienzan a celebrar.
En esta parte de la ciudad nadie duerme, o eso parece.
Son las nueve y parece como si fuese de día.
—¡Papá, quiero algodón de azúcar!
—¡¿Algodón a esta hora?! No creo que sea bueno, Nicolás.
—¿Por qué, mamá?
—La última vez no podías dormir por lo dulce.
—Muñeca, es un niño.
—Bueno, está bien, pero solo uno.
Nicolás y Alessandro compran algodón y yo los espero en una esquina. En este momento me siento como el día del funeral de mi padre, escalofríos corren por mi cuerpo. Alguien me observa, puedo sentirlo.
—¡Mamá, también te compramos uno para ti!
—Gracias, cariño.
—¿Pasa al
