Katherine. Después de darme un baño y arreglarme me pongo un poco de perfume, huele tan bien. Alessandro entra a mi habitación. —Buenos días, mi amor. Por favor, baja y desayuna, Nicolás y yo comimos hace una hora, no quise despertarte y te dejé descansar, pero María guardo tú desayuna. Me acerco y beso sus labios, saben a café. Lo beso como si fuera la última vez, sus labios suaves saben tan bien, no quiero soltarlo, lo amo tanto. —¡Katherine, espera! Él respira agitado. —Lo siento, pero tu boca sabe a café y el doctor me lo prohibió. —Solo me usas, muñeca. —Perdón, no es esa mi intención, te amo. —No te preocupes, solo es una broma, mi hermosa muñeca. Alessandro cubre su boca. —Tu perfume es muy fuerte, me causa náuseas, muñeca. ¿Por qué tú estás tan tranquila? Soy yo el que s