“Después de la tormenta siempre viene la calma” al menos eso es lo que dicen, pero ¿Cuántas tormentas más debían atravesar? Ella estaba siendo su apoyo y él el de ella, irónicamente el destino los había unido, ese hombre imponente de ojos negros como el carbón y porte dominante ahora parecía un pobre niño regañado, aunque su sufrimiento era mucho peor, sentado a un lado de la cama de la mujer que había representado para él el más grande amor, se negaba a aceptar la realidad, prometiendo que haría todo para mantenerla a su lado. Increíblemente le parecía ver a su hijo en el futuro reflejado en él, era la viva imagen de su pequeño, así que las ganas de tomarlo en sus brazos y brindarle consuelo eran del todo justificadas. — Que suerte que pudiste conseguir un remplazo estos días... — le