El rostro de Linda se contorsionó de rabia pues la mera presencia de Anisa hacía que su sangre hirviera. Anisa por su parte, ladeó la cabeza, negando con una expresión de poca sorpresa. —Siempre supe que eras una mujer miserable, pero has alcanzado un nuevo nivel, ¿Amenazando a un hombre que solo está pidiendo algo que prometiste dar? Linda se levantó de un salto y enfrentó a Anisa. —¡Estúpida! ¡Me engañaste! Me hiciste pujar esa cantidad. —¿Te engañé? —Anisa no pudo evitar reírse—. No seas tan tonta, Linda, no te apunté con una pistola para que pujaras tan alto, tú lo hiciste porque eras demasiado orgullosa para perder contra mí, fue tu propia estupidez la que te costó. La furia cruzó el rostro de Linda mientras avanzaba y alzaba la mano, pero Anisa lo vio justo a tiempo y le agarró