Habían pasado tres días desde la muerte de Karoll y Linda, pero los recuerdos se negaban a abandonar a Anisa. Vivían en su mente, vívidos e implacables, apareciendo en los peores momentos: cuando intentaba dormir, cuando jugaba con Tessa, o incluso cuando simplemente se sentaba en silencio. El fuego. Los gritos. Los restos calcinados. Para cuando las autoridades llegaron, veinte minutos después, no quedaba nada más que esqueletos ennegrecidos pues el fuego lo había consumido todo. El cuerpo de Linda estaba carbonizado, una cáscara de la poderosa mujer que alguna vez fue y el cuerpo de Karoll también era irreconocible, salvo por los restos de su estructura. Anisa sintió una extraña mezcla de emociones cuando el informe forense confirmó que la muerte de Karoll había sido causada por los d