Anisa yacía tendida en el pavimento, con la mente dando vueltas, intentando reconstruir lo que acababa de suceder, sin embargo era complicado, sobre todo porque aún podía sentir el soplo del aire cuando el coche se lanzó hacia ella. Debió haberla golpeado, había estado demasiado cerca, quienquiera que la hubiese empujado no había tenido tiempo de apartarse. —¡Juana! —el grito agudo y desesperado de Luisa atravesó su niebla mental. El corazón de Anisa se desplomó al volverse y ver a Juana, tendida a solo unos metros sobre el asfalto con la sangre brotaba del costado de su cabeza, manchándole el cabello y extendiéndose por el pavimento, su cuerpo estaba en una posición antinatural, inmóvil, y tenía los ojos cerrados. —No, no, no —susurró Anisa mientras se arrastraba hacia su secretaria,