—Sí… yo… estoy bien —balbuceó Luisa, lo que hizo que Alden finalmente se diera cuenta de lo extraño de su comportamiento. De inmediato soltó su rostro, dio unos pasos hacia atrás y se aclaró la garganta. —Lo siento, sé que no quieres que me acerque a ti, no debí haberte tocado así. Un incómodo silencio siguió mientras ambos miraban al suelo, hasta que Luisa reunió el valor para hablar. —Yo… Gracias, por salvarme de Víctor. —No te “salvé”. Solo te ayudé con ese bastardo, no hace falta que me agradezcas —dijo él, intentando restarle importancia a lo que había hecho por ella. Luisa negó con la cabeza. —No, tengo que agradecerte, si no hubieras llegado, probablemente me habría llevado porque soy tan débil y… —Oye, no, no digas eso —la interrumpió Alden rápidamente. El hombre sintió u