Christine, viuda de Rimmer La mañana llega y un George, cansado y con ojeras marcadas, también. Se supone que no nos han dejado verlo y justo ahora, tendremos unos minutos para decir adiós. Insisto en pasar con Helen, porque no quiero estar sola y puedo ver el cuerpo frío y pálido de Mason acostado en una camilla cuando Charles, el médico, baja la sabana que lo cubre. Helen se quiebra y yo la sostengo, llevando mi mano hacia la de Mason, sintiéndola tan diferente a como antes de sentía, más fría, porque ya no está aquí. Ella le promete cuidar a su hijo y es lo único que logra decir antes de que el médico nos saque, porque no podemos estar demasiado tiempo en esta área, menos, una mujer embarazada como yo; lo dice después de escuchar las palabras de Helen, aunque no me gusta para nad