Meses después... Miro sus ojos azules mientras mantengo elevada una de mis cejas. Mi postura es indiferente, relajada. Tengo mis brazos apoyados en la mesa y quizás transmito molestia y desesperación. El chico que tengo en frente me mira con el ceño levemente fruncido y sus brazos cruzados, creando una barrera entre los dos. No voy a negar que he echado un vistazo a sus bíceps apretados en el polo rojo que lleva. Su cuerpo está recostado en la silla y tengo sus piernas cerca de las mías, por lo que podría darle una patada si siquiera. Y no quiero. ¿O sí? He estado deseando este momento desde que tuvimos aquella discusión sobre quién debería salir conmigo. Al final resultó que yo salgo con quien quiero y por ahora, mi elección, no va mal. — ¿A qué esperas? —Me pregunta. Su voz derro