¿Crush? ¿Qué es crush?

3219 Palabras
Cierro los libros con pesadez y me estiro en la silla del escritorio. Apoyo los codos encima del libro y miro por la ventana como las hojas de los árboles se mueven. Estoy con una fina manga en casa porque la calefacción está puesta y se está bien, aunque el bello de la nuca se me eriza al pensar en el frío que tiene que hacer fuera. Saco de la última página del libro la foto y vuelvo a observarla con detenimiento. Mi pelo corto, mi sonrisa, mis manos sosteniendo una pelota de goma y mi padre sosteniéndome en sus brazos con una amplia sonrisa. Apenas recuerdo mi etapa con ocho años, ni siquiera recuerdo cuando mi madre nos presentó a Kevin, pero sí recuerdo cuando nos mudamos a esta casa junto al hombre que se convertiría en nuestro padrastro. Recuerdo decorar la habitación con mi madre y preguntarle por mi padre. Preguntar cuándo volvería a jugar conmigo. No lo hizo, por supuesto, y lo olvidé. Dejé que su recuerdo se fuera y ahora solo es pequeños flashes en mi cabeza. Guardo la fotografía en la última página del libro y me levanto para después estirar mis extremidades por las horas que llevo sentada. Froto mis manos y cojo mi móvil caminando fuera de la habitación. El olor a pavo asado me hace sonreír y me asomo por la cocina para ver a mamá cocinando junto a la abuela. —    Hola cariño —sonríe mi abuela y me acerco a ella para abrazarla—. Me dijo mamá que estabas estudiando y no quería molestarte. —    No molesta. ¿Qué estáis haciendo? —    Salsa de arándanos —dice la abuela. —    Y judías verdes. —    ¿Ya está hecho lo demás? ¿Puedo ayudar en algo? —    ¿Por qué no vas poniendo la mesa junto con Kevin? Todavía no se aclara como deben ir los cubiertos. Los padres de Kevin vienen también a cenar con nosotros y sacamos la mantelería y cubertería elegante. Ambos ponemos la mesa en silencio. Su pelo castaño está desordenado porque no se ha peinado y sé que antes de que lleguen sus padres, va a afeitarse porque lleva varios días sin hacerlo. —    Me ha dicho tu hermano que tienes novio —habla. Me quedo quieta, con las servilletas en mi mano y me mira con una sonrisa divertida en su rostro. —    Tener novio no es nada malo. —    Que Connor sea un cotilla es lo malo. —    Se lo escapó anoche. Tu madre está esperando a que se lo cuentes. —    Cómo no —murmuro. —    Sigo viendo innecesario poner los adornos de Navidad en Acción de Gracias —dice Connor entrando en el salón con varias velas. —    Bueno, da gracias a que Wendy no nos obliga a poner el mantel de muñecos de nieve que compraron el año pasado —Kevin mira a su hija, que está concentrada viendo los dibujos mientras abraza a su muñeca. Lo veo ir a la cocina y pellizco el brazo de Connor haciendo que él se queje y me mire con ganas de asesinarme. —    Me gustaría que dejaras de contar por ahí que estoy saliendo con alguien. —    ¿Es algo malo? —Mi hermano alza sus cejas y me quedo callada. —    No, pero mi relación no debería ser de incumbencia de nadie, ni siquiera sé si voy a seguir con él en un futuro. Connor se cruza de brazos y me mira. La he cagado. Lo sé por como sus ojos me escrutan, intentando entender mi relación con Dave. Sospecha algo, ¡Connor sospecha algo! —    Me refiero a que… no nos vemos mucho y es un tanto difícil mantener una relación así —digo pausadamente, observando las facciones de su rostro. —    ¿Y por eso vuestras idas y venidas? —    Exacto. —    Heidi es la que me… —Connor hace una mueca y abro los ojos de par en par esperando lo que sigue— preocupa. Se comporta de forma extraña —rasca su barbilla. —    ¿Sí? La veo igual que siempre. —    ¿Desde cuándo se ha perdido una fiesta después de haber ganado? Me encojo de hombros y muevo mi mano con desdén, restándole importancia. Connor siempre está pendiente de todo. Es muy observador y es imposible ocultarle algo.   Mi hermana hace un espectáculo de cante esa noche mientras la grabamos y ella sonríe porque le encanta ser el centro de atención. De mayor quiere ser cantante y mis hermanos quieren ser jugadores profesionales de fútbol, como Connor. Los niños admiraban al mayor de todos y se puede ver el brillo en sus ojos.   Connor me tira al suelo y sus dedos se pasan por mi cuerpo, haciéndome cosquillas. Los gemelos ayudan a Connor a mantenerme quieta mientras intento soltarme del agarre de mi hermano ayudándome de mis piernas. —    ¡Connor para! —Me río a carcajadas y puedo ver como mi abuela graba el momento con su móvil nuevo. Wendy viene al ataque y le da a Connor con su peluche en la cabeza y en la espalda repetidas veces. Connor me deja para ir a por mi hermana, que grita y sale corriendo como un duende, dando pequeños saltos. Intento ocuparme de los gemelos, que intentan hacerme cosquillas. Atrapo a Donald con mis piernas y esquivo las manos de Nathan que intentan ir a mi cuello para volver a hacerme cosquillas. —    Os vais a hacer daño, chicos —dice Kevin. —    Echaban de menos a sus hermanos —escucho a mamá. —    ¡París, ayuda! —Grita Wendy mientras Connor le hace cosquillas. Estoy agotada. Jugar de esta manera siempre me deja agotada, tirada en el suelo, riéndome. Y esta vez no es diferente. Suelto a Donald y grito un "me rindo" para que me dejen respirar un minuto. Los gemelos se sientan a mi lado mientras celebran la victoria y me incorporo, sentándome también. Connor siempre empieza el juego haciéndole cosquilla a alguno de nosotros, que pide ayuda desesperadamente porque no es capaz de zafarse de él. A veces todos vamos contra Connor, y otras veces, formamos equipos. Los gemelos ayudan a quien le apetezca en ese momento. —    ¿Quién quiere chocolate caliente? —Pregunta la madre de Kevin. —    ¡Yo quiero! —Wendy se baja de los brazos de Connor y va a coger la taza que sostiene su abuela entre sus manos. Connor se sienta en el suelo, al lado de Nathan y le revuelve el pelo, sonriendo. La abuela me da una taza de chocolate caliente y como tradición, contamos anécdotas, si hemos hecho una buena acción o si nos ha pasado algo importante que contar. —    Y bueno... —mamá habla y la miro. Tengo su mirada sobre mí y alzo una ceja. Una sonrisa tira de la comisura de sus labios y mueve sus cejas de forma sugerente. Mierda. — ¿Cuándo nos ibas a contar que tienes novio? La cara de todos es un poema porque sí, eso sí que es una sorpresa, Paris Duch sentando un poco la cabeza, teniendo una relación con un chico y no con una botella de cerveza. —    No pensaba decirlo —admito dejando la taza a un lado. —    ¿Por qué? Tener novio no es nada malo —dice la abuela. —    Al contrario, puede ser una etapa muy bonita —la madre de Kevin coge la mano de su marido y le sonríe. —    No somos nada serio —informo—. Por eso no he contado nada. Estamos en algo pero seguimos conociéndonos. —    ¿Cómo es? ¿Tienes una foto? —Pregunta mamá. ¿Foto? No tengo ni una maldita foto con él. Ni siquiera lo sigo en las r************* . No sé ni cuál es el usuario de i********:. Pero sí tengo la foto de su perfil de la aplicación de w******p. Entro en la conversación, que está vacía y pincho en la foto para enseñársela a todos. —    ¡Es guapo! —Sonríe mamá. —    Y el quarterback del equipo rival —añade Connor. —    El fútbol no lo es todo —dice la abuela. —    Cuando te enamoras... —Kevin observa la foto de Dave y después se la enseño a sus padres. —    ¿También es quarterback? —Pregunta Nathan. —    Queremos verlo —Donald se acerca a mi móvil y Nathan mete la cabeza en medio para ver la foto—. ¿Vas también a ver sus partidos? —    No, sigo apoyando a Notre Dame. —    Es como su hermano —ríe la abuela—. Tu novio también se merece que hagas una pancarta con su número, sería un gesto bonito. No, no voy a hacer eso.   **     Le limpio la boca a Wendy con una servilleta porque está manchada de chocolate y Sienna remueve su café antes de darle un sorbo. Vuelvo a Notre Dame dentro de unas horas pero no voy a desaprovechar la oportunidad de quedar con Sienna. Es con la que más relación tengo del grupo porque ambas somos casi iguales. Nos gusta el mismo sabor de helado, amamos las hamburguesas por encima de las pizzas, nos encanta el vino, las patatas muy hechas y tenemos el mismo gusto por la ropa. Su pelo va recogido en una coleta y lleva el uniforme del hospital porque está en su descanso. A Sienna le encantan los niños, por eso trabaja en el hospital infantil. —    Hacemos un teatro ahora en Navidad —me informa—. Podrías participar. —    Oh, no —niego con la cabeza—. Cuando era niña me apunté para participar en el teatro del colegio y no fue muy bien. —    ¿Te caíste? —    Sí, perdí la conciencia cuando estaba en el borde del escenario. —    ¿Te hiciste algo? —    No, aunque mi madre culpa a mi locura de esa caída. —    Si te enteras de alguien que quiera participar, dímelo. Estamos buscando voluntarios. —    A mí me encanta la Navidad —dice Wendy con medio gofre metido en la boca. —    Ya lo sé —Sienna sonríe y pasa su mano por el pelo de mi hermana—. Te vas a atragantar con tanta comida en la boca. ¿Qué te pasa con Levi? —Me pregunta. En ese momento, el café que tengo en frente deja de tener importancia y me da igual que Wendy vuelva a meterse comida en la boca cuando aún no ha terminado de masticar lo que tiene dentro. ¿Con Levi? ¿Qué pasa con Levi? No pasa con Levi. Hago memoria por si he dado alguna señal de que lo acoso disimuladamente. —    ¿Con Levi? —Alzo una de mis cejas. —    Sí. No hablas con él y ni siquiera lo miras —bebe un sorbo de su caliente café. —    No —me encojo de hombros—, no pasa nada. Es como tu relación con Connor, está ahí, pero no hablas con él porque no hay nada de qué hablar. —    Estamos hablando de Levi, hasta yo lo miro más de la cuenta a veces. Lleno de aire mis mejillas y Sienna sonríe victoriosa. Expulso el aire y Wendy empieza a beber de su leche caliente para bajar el gofre. —    Es algo así como mi crush —admito. —    ¿Crush? ¿Qué es crush? —Pregunta Wendy con el bigote lleno de leche. —    Cuando te gusta alguien —Sienna le limpia la boca a mi hermana. —    ¿Quién te gusta, Sienna? Unas manos se ponen en mis hombros y me tenso al escuchar esa voz. Por mi derecha aparece Levi y se sienta en la silla que está a mi lado. Connor acerca una silla de otra mesa y se sienta junto a Sienna y Wendy. —    Nadie —sonríe mi amiga. Miro a mi amiga esperando que no se le escape el mejor secreto guardado de mi vida y muevo mis hombros hacia atrás para intentar liberar la tensión que tengo. —    ¿Vendrá tu novio para Navidad? —Pregunta Levi. Lo miro. ¿Qué novio? Ah, Dave, claro. —    No, es pronto. Cada uno cenará con su familia. —    Paris tiene un crush —dice Wendy. La miro con los ojos bien abiertos y tengo ganas de comprarle otro crep para metérselo en la boca y que no hable. Rezo a todos los Santos en dos segundos y espero decirle a Wendy con la mirada que como hable, tendrá que vérselas conmigo y no le gustará. —    ¿Quién es su crush? —Pregunta Connor mirando a nuestra pequeña hermana. —    Noah Centineo, por supuesto. —    ¿Noah Centineo? —Pregunta extrañado Levi— Ese chico es… —niega con la cabeza. —    Todo un chico guapo —lo corto—. Digno de ser mi crush. Mis ojos se encuentran con los tuyos e intento aguantarle la mirada más de tres segundos, pero no puedo. Aparto mi vista y veo como Sienna y Connor nos miran. —    Esta Navidad hay un teatro para los niños en el hospital —informa Sienna—. Sería una bonita acción para terminar el año que os apuntarais como voluntarios. —    Obligar no es hacerlo como voluntario —dice Connor juntando sus manos en la mesa y mirando a mi amiga. —    Solo digo que sería una bonita acción, este año la gente no se está apuntando mucho —hace una mueca. —    Lo pensaré —dice Connor. —    ¿De qué es el teatro? —Quiere saber Levi. —    Elfos, Santa Claus… —Sienna se encoge de hombros. —    Si Paris se viste de elfo, me apunto. Miro a Levi con la cara desencajada y me doy cuenta que él tiene una sonrisa enorme en su rostro. ¿De Elfo? No. Yo no me disfrazaba de Elfo. —    Yo también —sonríe Connor—. Si Paris se apunta, yo también. —    ¡De Elfo! —Dice Wendy emocionada— Yo también quiero disfrazarme de Elfo. —    Podrías invitar a Dave a ver el teatro, o lo podríamos grabar en video y enviárselo —sugiere mi hermano.  Sienna me mira y no me queda más remedio que aceptar.   La vuelta a clases no es lo que había esperado. Llego tarde y por primera vez, en un tiempo, me doy prisa para llegar a clase. Me pongo el bolso bien mientras camino a toda prisa por los pasillos casi vacíos de la universidad. Esta vez no puedo echarle la culpa a Tommy Shelby. Me he quedado dormida con el móvil en el pecho y con la alarma apagada porque pensé que iba a levantarme. Giro la esquina para ir al pasillo donde está mi clase y choco con un duro cuerpo. Unas grandes manos se ponen en mis brazos y me coloco las gafas bien para mirar hacia arriba y ver al hombre más atractivo que he visto en mi vida. Sus ojos azules miran los míos con sorpresa. Su pelo castaño está un poco rizado y no me importaría pasar la mano por su barba incipiente. —    Lo siento. No deberías doblar una esquina con esa velocidad —una sonrisa tira de la comisura de sus labios. ¡Qué sonrisa tan bonita! Por desgracia, sus manos se quitan de mis brazos cuando ve que estoy estable y lo miro con confusión. ¿Quién es? No lo he visto antes, y un hombre así, no pasa desapercibido entre las chicas. Él me rodea y sigue su camino, no puedo evitar girarme y mirar cómo se aleja. Lleva ropa de deporte y no puedo evitar desear verlo más arreglado. Con unos jeans y una camisa, quizás, o desnudo, también. Gira su cabeza mientras camina y sus cejas se alzan. —    ¡Vuelve a clase, chica! —Dice lo suficientemente alto para que me entere. ¡Las clases! Me apresuro a llegar al aula y abro la puerta con cuidado. Tengo la vista del profesor sobre mí cuando entro y me siento en uno de los asientos de las últimas filas para no molestar más. Saco el cuaderno del bolso e intento, con mucho esfuerzo, concentrarme en la clase y dejar de pensar en el Dios griego que acabo de ver. Hay asignaturas que se me dan mejor y otras que se me dan peor, por lo que tengo que ponerme las pilas y empezar a estudiar meses antes de los exámenes. No hay rastro de Eric por ningún lado durante las clases. Me responde a los mensajes a última hora y me dice que me espera en las gradas para ver el entrenamiento.   Me coloco bien el gorro y paso por la puerta de metal que da al campo de entrenamiento. El día está nublado y es más que obvio que prefiero el verano y su temperatura cálida. El vaho sale de mi boca y Eric me espera abrigado hasta los pies. Subo las escaleras y camino hasta encontrarme con mi amigo. Saco el periódico que he cogido y pongo en el banco para no congelarme el trasero. —    ¿Qué te ha pasado? —    He tenido que ir al médico —tose. —    Por favor, no me contagies. —    No te prometo nada. Sabes que siempre nos pasa —sorbe su nariz—. ¿Qué tal las clases? —    Aburridas. Eric me da un vaso de chocolate caliente o bueno, chocolate ardiendo y se lo agradezco. Llevo un abrigo, el gorro, los guantes y una bufanda rodea mi cuello. Hoy hace más frío que todos estos días y nosotros, no podemos perdernos el entrenamiento, ¿por qué? Porque era nuestro momento de cotillear. Aunque hoy las animadoras no ensayan aquí, si no en el gimnasio. Bebo un poco de chocolate y jadeo porque me quemo. —    Esa señora siempre lo pone ardiendo —dice Eric—¸ pero nos va a venir bien. Ahí salen. Veo a los chicos salir, dispuestos a entrar un poco en calor con este frío. Eric me aguanta el chocolate mientras me pongo las gafas y cuando lo hago, alzo mis cejas sorprendida. —    ¿Dónde está el señor Kelly? —Pregunta Eric. —    No me jodas —murmuro viendo como el hombre guapo de esta mañana se dirige hacia los chicos—. Tengo que enterarme de lo que va a decir —digo. —    A no ser que tu hermano lleve un pinganillo, lo veo un poco complicado —dice Eric. Bajamos y nos ponemos en el segundo banco. Vuelvo a sentarme encima del periódico y puedo escuchar como ese hombre habla, porque lo está haciendo en voz alta. Lleva una libreta en su mano, unas bragas cubren su cuello y un chaquetón lo abriga. Los chicos, con las manos en la espalda, lo escuchan con atención y escucho nombrar uno a uno. —    Es guapo —dice Eric—. Ojalá tuviera unos prismáticos. —    Es más que guapo. Me he chocado con él de camino a clase esta mañana. —    ¿Llegabas tarde? —    Sí, ya sabes que me gusta mantenerme en mi línea. ¡Es guapísimo! —Lo miro—. Tiene unos ojos azules que enamoran y una sonrisa tan pero tan bonita. —    Quiero verlo de cerca —se queja mi amigo—. Creo que van a jugar un partido, mira, se están poniendo petos. Es cierto. Seguramente será para ver cómo se manejan en el campo o qué se yo. Entiendo lo justo y lo necesario sobre futbol. El nuevo entrenador, con paso decidido, se va acercando hacia donde estamos nosotros y miro a Eric apunto de un infarto. Él se acerca y sus brazos se ponen en la barandilla. Nos mira, con sus ojos un poco entrecerrados y nos quedamos callados, esperando que hable. —    No deberíais estar aquí —dice—. Es un entrenamiento privado y entretenéis al equipo. —    Si con estas pintas entretenemos a su equipo, tiene un problema, entrenador. El entrenador del que aún desconozco el nombre, sonríe de lado y se separa de la barandilla. —    No os quiero ver en el próximo entrenamiento ahí —nos señala con el cuaderno y se gira. —    Creo que me he enamorado —susurra Eric cuando se aleja. —    Yo también. Es mi nuevo crush, a la porra Levi y Noah Centineo. —    ¿Has quedado esta tarde con Dave? —Pregunta. Lo miro y le sonrío abiertamente, enseñando todos mis dientes. Claro que he quedado con Dave Evans. 
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR