STORMI... Maldito imbécil, como se atreve a darme órdenes, pienso mientras la furia va aumentando, pero al recordar la imagen que vi al entrar al cuarto de mi hija me calmo por completo. A pesar de todo lo que ha pasado entre Alexander y yo, lo sigo amando como cuando tenía diesiseis años, su mirada aún me sigue poniendo nerviosa y sus palabras me aceleran el pulso, pero por más que me muera por un beso suyo, una simple caricia, sigo dolida por lo que pasó, además de que no compartió conmigo el día más feliz de mi vida. Aún recuerdo cuando Hope nació. Estábamos en Los Ángeles en un viaje de negocios, como estaba a pocos días de dar a luz Dana fue conmigo por lo que cuando terminé mi reunión decidí tomar el sol junto a la piscina, a la caprichosa de mi hija no se le ocurrió otro lugar do