6

2293 Palabras
Por la mañana me despierto a una hora razonable, a las nueve, y Kay está tirada en su cama con el bikini puesto. Huele a playa, a que ha dejado tirados los pantalones mojados en el suelo junto con una camiseta y ahora hay una mezcla de arena y agua salada junto a su cama. Abro la ventana para que se airee el cuarto y cojo mi neceser y mis cosas para ir al baño. Aprovecho que no hay nadie para poder darme una ducha larga. Estoy sobreviviendo a esta primera semana en el campus no como lo esperaba. La experiencia universitaria no es tan increíble a como creía. No he hecho amigos, bueno aún no sé si Kay cuenta, casi me hacen una novatada bastante desagradable, y para colmo Jack está aquí. Anoche vi un atisbo de lo que era. Tampoco debería ser tan dura con lo que espero de él, ni siquiera sé como se sintió tras el accidente; nos vimos en el funeral pero no me dejó ni acercarme, ni a mi ni a nadie y se marchó en mitad de la ceremonia. Esa fue la última vez lo que vi, hasta el lunes pasado. No es que fuéramos los mejores amigos, lo era Anna, pero he crecido a su lado y dentro del echo de que es tres años mayor que yo y siempre se ha juntado con otro tipo de gente, Jack sí que era mi amigo. No quiero que me afecte tanto lo que dijo anoche, pero aún después de nuestra charla tan normal sigo dolida porque dijera que él jamás fue mi amigo. Me las apaño para secarme dentro del pequeño espacio de la ducha y vuelvo a ponerme el pijama. Apenas se escucha ruido por los pasillos y Kay sigue profundamente dormida, no tiene pinta de ir a levantarse pronto. Mientras me visto y me arreglo un poco, me animo a coger el autobús e ir al centro comercial dónde paso gran parte de la mañana. Y, ante mi falta de poder hablar con alguien, llamo a mis padres y a los Bennett para sentirme menos sola. De vuelta en la residencia el autobús me deja justo a la entrada del campus y tengo que hacer malabares con las bolsas para poder abrir la puerta empujándola con todo mi cuerpo. Menos mal que el ascensor no está lleno de gente y que por los pasillos parece que aún dura la resaca de anoche. Me topo con un par de chicas que hablan de lo que pasó anoche y de que tuvieron que volver andando porque ningún taxi las iba a subir estando empapadas. > —Te vas a chocar. Freno en seco y levanto la cabeza. —Oh, hola, Peter. ¿Esperas a Kay? —Ayer se quedó con mi camiseta, vengo a ver si la recupero. Su camiseta que ya no es más que un trapo mojado y maloliente en el suelo. Es bastante caballeroso de su parte ayudarme a abrir la puerta, las bolsas ya me están cortando la circulación. Pienso en decirle que espere fuera porque Kay está semidesnuda tirada en su cama, pero no parece que eso le importe a él tampoco cuando entra. —¿Has cogido el autobús un sábado? Se ponen hasta arriba. —Lo he descubierto, pero necesitaba un par de cosas. —¿Un par? —bromea soltando mis cosas en la cama—. Parece que has robado una papelería. Empiezo a ordenar mis compras, salvo la ropa porque he comprado algo de ropa interior y no tengo la intención de que él lo vea. —Llevo toda esta semana usando la misma libreta y no tengo nada ordenados los apuntes —digo. Ese será mi entretenimiento del resto del fin de semana. —Ah sí, tus apuntes sobre... ¿qué era? —se hace el loco y chasquea la lengua como si la consciencia le volviera. Me hace gracia—. Langostas. Me río. —Por ahí va el tema. —Silencio, j***r —masculla Kay y se revuelve lo justo para hundir más la cara en su almohada. Peter y yo nos miramos y él se encoge de hombros como si ya estuviera acostumbrado. No sé si yo seré capaz de estarlo. —Iba a ir a por un café, ¿te vienes? Porque no esperes que te haga mucha compañía. Miro a Kay, y después al montón de bolsas y cosas por ordenar. Y después a Peter convenciéndome a mi misma de que si empiezo a negarme a estas proposiciones, me quedaré igual de sola. —Vale —accedo, no puede estar mal. Anoche me pareció muy buen chico a pesar de sus pintas oscuras y de que lleve una retahíla de armas tatuadas en el brazo. —Eso, id a ligar a otra parte —refunfuña Kay con la voz ahogada por la almohada. No estábamos ligando... Agarro mi bolso de la cama y como estamos, nos vamos. El camino desde la residencia no es muy largo, pero conozco cosas de él para las que anoche no tuve tiempo. Me comenta que vive todavía con sus padres a unos veinte minutos en coche, y que se ha tirado toda la mañana con resaca soportando a su hermano pequeño. Mientras habla me doy cuenta de que anoche no lo vi bien, porque tiene unos potentes ojos verdes bastante hipnóticos cuando me mira, y cuenta las cosas de una forma algo graciosa. Puede que se vista de n***o, que tenga el pelo oscuro y medio rapado y que tenga esos tatuajes tan oscuros, pero tiene cara de chico bueno con esos ojos y las sutiles pecas sobre la nariz. —¿Llegaste bien ayer? —me pregunta mientras hacemos fila para nuestros cafés. —Sí. A la próxima me quedaré hasta tarde —digo porque espero que así sea. —¿El próximo fin de semana? Aquí hay fiestas todos los viernes, y los sábados, y algún que otro domingo también pero esas son las más cutres. —¿Iréis? Me mira con una media sonrisa. —¿Vendrás? ¿Está ligando conmigo? —Puede —digo. Si Kay me lo propone, puede que sí que me dé por ir. Pedimos dos cafés, el mío con hielo y nos sentamos en una de las mesitas redondas. —¿Qué hay del tío de anoche? ¿Tu novio? Casi escupo el café. ¿Jack? ¿Mi novio? Él ni siquiera considera que hayamos sido amigos. —Un amigo de Seattle —digo aunque para mí, Jack, es mucho más que eso. Peter asiente lentamente y nos quedamos un rato en silencio. Sé que a veces es difícil conversar conmigo, nunca tengo mucho que decir o por lo menos no de cosas que crea que son de interés. Con Anna jamás tuve ese problema, sabía que dijera lo que dijera a ella le parecería interesante. La echo de menos. Si siguiera aquí... —Un poco c*****o, ¿no? —escucho que dice. —¿Qué? —Tu amigo, parecía un prepotente. Tengo el impulso de decirle que él no conoce a Jack para estarlo insultando, pero me recuerdo que yo tampoco lo hago. Casi me hizo llorar, dos veces, y fue un completo bipolar. —Supongo... No estaba de humor. Salvó que mis cosas terminaran empapadas por culpa de esa novatada. Justificar el comportamiento de Jack es difícil, pero tengo claro a qué se debe y aunque ser un idiota no tiene razón de ser, yo debería darle una carta blanca por el simple echo de entenderlo mejor. Seguramente yo sea la única que lo entiende. ¿O es que esos amiguitos suyos lo compadecen como yo puedo llegar a hacerlo? Algo dentro de mi odia el simple echo de pensar que haya podido hablar del tema con esa gente y no conmigo. —Te dije que tuvieras cuidado. Lo hacen todos los años. El pasado una chica perdió los zapatos por la marea y tuvo que volver descalza, escuché que cogió una infección. —Meterse en el agua de noche no me parece mal, pero que te tiren la ropa... Y vi algunos bolsos. Me dieron pena. —Lo peor es que después les tiran arena, parecen un rebozado —me cuenta y parece aburrido, como si eso fuera de críos, y estoy de acuerdo—. Son las tías de fraternidad, parecen una secta. Y Jenn es una de ellas. —¿Y los chicos de fraternidad? Peter se encoge de hombros. —Su novatada suele ser emborracharse hasta el límite y hacer cualquier gilipollez o pintarse pollas en la cara. Son tíos básicos. Jack me parece bastante complejo. —Ah... Le doy pequeños sorbos a mi café. Se me está haciendo bastante raro estar aquí sentada a solas con Peter, y para mi propia sorpresa estoy bastante cómoda. Es un gran chico. Pasamos un par de horas hablando de muchas cosas y cuando dan las ocho de la tarde me acompaña de vuelta a la residencia. Kay ya está despierta, con el pelo mojado de la ducha y parece que me está esperando para que suelte por la boca todo el cotilleo. Me mira con sus ojos grandes libres de maquillaje. —¿Os habéis liado? —me pregunta de forma súbita. —¡¿Qué?! ¡No! —¿Te lo quieres tirar? Está soltero. Me recuerda a lo que intentó Jenn la semana pasada. Es una pena porque Jack no tiene nada que envidiarle a Peter, y por Jack ya estuve caladita hasta los huesos. —Sólo hemos ido a tomar un café. Podrías haber venido pero estabas roncando. Me lanza una almohada, la que ha babeado. —Yo no ronco —dice y se arrima más al borde de su cama, se caerá si sigue inclinándose tanto para el cotilleo—. Oye, ¿y el de ayer? ¿Ese tío guapo que te estaba esperando? ¿Tío guapo? Sí, Jack es un tío guapo hasta para las lesbianas. Con esos músculos que le han salido, con lo alto que es y con la cara tan perfecta... Me gustaba la cara de bacilón que tenía antes: más regordeta y siempre con una sonrisa burlesca. Pero que ahora parezca más duro, más maduro y más chico malo me remueve algo diferente. —Un amigo de Seattle —digo. Que Kay me vea tanto ordenar mis cosas me da más igual. Vamos a convivir un año lectivo juntas y que vea que me he comprado un par de conjuntos de ropa interior no es para tanto. —¿Solo amigos? ¿Es que no tienes nada interesante que contarme de Seattle? ¿Tan aburridos sois allí? —Supongo que mi vida no es tan interesante. —¿Te lo follaste? ¡Dios! ¿Es que solo piensa en eso? —No. —¿Un besito? —Tampoco. La escucho resoplar a mis espaldas y llamarme aburrida. Puede que tenga razón, pero ¿que debo hacer? ¿Contarle ahora todo lo que Jack significa para mi? ¿Todo de todo? > Compararlas me sienta mal, no son lo mismo y no quiero que nadie sea igual que ella, pero si quiero tener una amistad con Kay tendré que hacer que hacen las amigas. —Antes me gustaba —digo y giro levemente el cuello para ver su expresión divertida al imaginarse que una novata como yo puede empezar a contarle sus intimidades—. Cuando vivía en Seattle. —Y follastéis. —No. —Eres virgen —asume y yo me vuelvo un tomate. Debe ver un atisbo de ese color en mi cara porque se larga a reír—. ¡Venga! Ahora no te tragues la lengua. ser virgen es lo más normal del mundo... Si eres fea, o una rarita, o una mojigata. Diría que no ha sido por nada eso. Cierro las puertas de mi armario y trepo hasta mi cama. Necesito quitarme el sentimiento de extrañeza por estarle contando cosas a Kay. Hace demasiado que no le cuento mis cosas a nadie. —Ha sido más bien porque no he tenido el momento. Mi virginidad no es algo que tome con importancia. La hubiera perdido el año pasado de no ser porque Roy Taylor solo estuvo saliendo conmigo porque le daba pena y cuando me enteré, decidí cortar las cosas. Era como todo en Seattle, todos se juntaban conmigo por pena. He huido de eso. —¿Y qué ha pasado con este tío? —Preguntándome estas cosas, sin todo ese maquillaje y encorvada sobre sí misma abrazándose las rodillas, Kay parece más normal de lo que quiere aparentar. —Es tres años mayor que yo, así que vino aquí a estudiar y le perdí la pista. —Y le has seguido como una loca obsesionada. —Que va —me tengo que reír porque sin conocer la historia sí que suena un poco así—. Esta ha sido la única universidad que me daba una beca. El destino supongo. El destino, la insistencia de sus padres... Quién sabe. —Seguro que lo conquistas. Parece que le gustas a él también. Me río. ¿Gustarle a Jack? Habrá tenido cientos de chicas estando aquí, las tenía estando en casa y ahora es el triple de atractivo. Por no hablar de que si antes mis probabilidades eran casi nulas, ahora están en negativo. —No lo creo. —Bueno, lo suficiente como para dejar la primera fiesta del curso por ti. Ella no lo entiende, yo tampoco hago el intento de explicárselo y poco a poco la conversación se queda en nada.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR