Christopher pidió que sus estilistas personales fueran a su habitación para que nos prepararan antes de la ronda de preguntas. Ellos acudieron de inmediato, pues ya se encintraban en el hotel, esperando a que estuviéramos listos. Entraron y nos pidieron que nos sentáramos, para comenzar a maquillarnos, pues ya teníamos poco tiempo. La maquillista que me estaba arreglando se dio cuenta de mis ojos rojos e inflamados e hizo un comentario al respecto.
―¡Ay, muchacha! Parece que lloraste demasiado, es eso o tienes una terrible alergia...
―No es una alergia, señorita... ¿Es posible ocultarlo con maquillaje? ―le pregunté.
―Solo si prometes no volver a llorar, porque si lo haces, todo el maquillaje que te ponga lo escurrirás de tu rostro. ―advirtió la maquillista.
―Ya prometió no volver a
