Annika... Aterrizamos en Nueva York a última hora de la tarde, duramos dos días en Florencia arreglando algunos asuntos para que mi padre pueda volver con nosotros sin que alguien nos siga. Cuando bajamos del avión abrazo a mi padre que está muy nervioso por la reacción que pueda mi madre. - Todo estará bien – digo sonriendo y él asiente besando mi cabeza – somos muy parecidos. - Eso decía mi koala – responde mientras nos subimos al auto donde solo iremos él y yo. – ¿algo que deba saber? - No creo que sepa más que tú – respondo encogiéndome de hombros – se convirtió en una excelente cirujana, le ofrecieron la dirección del hospital en el que trabaja, pero quiere retirarse. Durante el camino hablamos de mi vida, él me pregunta sobre todo en mi vid