LA CONFESIÓN

804 Palabras
[ALYA] Esa misma noche La mansión está en silencio. Cada sombra parece un testigo, cada crujido del piso una alarma. Samuel cree que estoy arriba, ocupada en reuniones inventadas. Nadie sospecha que estoy escapando, que me dirijo hacia él, hacia Zaed, hacia el fuego que aún arde en mi interior. Abro la puerta trasera y el aire húmedo de Miami me envuelve. El perfume del mar, la brisa que revuelve mi cabello y la oscuridad que cubre la playa me trasladan inmediatamente a nuestros recuerdos: las escapadas secretas, los besos robados entre olas, las risas entrecortadas, la pasión que siempre supimos contener. Cada paso hacia el auto deportivo de Zaed es un acto de rebeldía y deseo, una mezcla de miedo y anticipación. —Gracias por venir —dice su voz grave y contenida, como siempre—. Sabía que sería difícil que dijeras que sí. —No debería… —murmuro, tratando de mantener la distancia—. Nadie puede saber que estoy aquí. Sus ojos azules me atraviesan, y por un instante olvido todo lo que me rodea: el peligro de ser descubierta, la presencia de Samuel, la distancia que construí para protegerme. Todo se reduce a él, a su cercanía, a la urgencia que siempre existió entre nosotros. —Si no lo hacemos ahora, nunca —susurra—. Podemos desaparecer por una hora, Alya. Solo hablar. Mi respiración se acelera. Cada palabra me arrastra más cerca del pasado y de lo prohibido. Camino hacia él, la arena crujendo bajo mis pies, recordando la primera noche que nos vimos, cuando todo era excitante, peligroso y desconocido. La memoria de sus manos recorriendo mi espalda, de nuestros cuerpos encendiéndose sin aviso, me hace temblar. —Está bien —murmuro, con voz temblorosa—. Pero nada más. La playa nos espera, desierta, envuelta en la oscuridad y el murmullo de las olas. Cada paso hacia el agua me recuerda nuestras huidas secretas, las caricias robadas y los abrazos que nadie debía ver. Cada ola que rompe es un latido de nuestro pasado, y cada brisa me recuerda la verdad que aún no me atrevo a contar: lo que perdí, lo que nos unió y nos separó al mismo tiempo. [ZAED] Isabella regresó antes de lo previsto. La excusa de los planos urgentes funcionó, pero no puedo dejar de pensar en Alya. Cada minuto lejos de ella me consume. La veo aparecer entre las sombras, su cabello moviéndose con la brisa, su vestido acariciando su figura. Cada gesto suyo es un recordatorio de lo que nunca debí dejar ir. —Alya… —susurro, con toda la fuerza contenida en cinco años—. Gracias por venir. —Zaed… —responde, la voz temblorosa—. Esto… no es correcto. Cada mirada, cada paso que da hacia mí, es un juego de fuego. Recuerdo nuestra primera noche juntos, la urgencia de lo prohibido, los besos robados, la pasión que nos hizo sentir vivos. El deseo que siento es casi doloroso. —No podemos seguir ignorándonos —le digo—. Solo hablar. Ella intenta resistirse, pero su cuerpo no puede ocultar la atracción. Cada roce, cada movimiento me recuerda la electricidad que siempre existió entre nosotros. La tensión es tan intensa que podría romperse en cualquier momento. Finalmente, no puedo resistir más. La beso. El beso es salvaje, urgente, cargado de años de pasión reprimida. Mis manos buscan su cintura, sus hombros, queriendo recordarle todo lo que compartimos. Pero entonces ella se separa. Sus manos presionan mi pecho con firmeza. —No… —susurra, con voz rota —Todo lo que creí que construiste en estos años… ha sido una mentira —confieso con dolor. El golpe es brutal. Su dolor me atraviesa. La luna ilumina su rostro y puedo ver la fragilidad que siempre ocultó detrás de su fuerza. Mi corazón se tambalea mientras ella retrocede hacia la oscuridad, dejando atrás un fuego que aún arde en ambos. [ALYA] Me alejo, dejando que las olas arrastren mis lágrimas. Cada paso es un recuerdo del pasado: la pérdida, la depresión, la soledad que nadie entendió. Mis manos tiemblan, pero encuentro la fuerza para mirarlo. La brisa nocturna acaricia mi rostro y siento que debo confesarle la verdad, aunque duela: —Zaed… —digo, con voz quebrada—. Tuve un bebé… tu bebé. Pero… lo perdí. El silencio se extiende. La luna se refleja en sus ojos, y puedo ver cómo cada palabra cala profundo, cómo comprende lo que nunca le conté. Las lágrimas caen, mezclando pasión y dolor, mientras la verdad se revela por fin. El mar sigue rompiendo, arrastrando todo a su paso, pero nosotros permanecemos allí, suspendidos entre el pasado y el presente, con el deseo, la culpa y la verdad latiendo juntos. Esta noche, todo cambió. Nada volverá a ser igual.
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