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1904 Palabras

Fleda le tributó a esta declaración el homenaje de un minuto de silencio, y finalmente dijo: —En eso, claro está, ella lleva razón. —¿Por qué diantres lleva razón? —Entonces, puesto que su compañera, apartándose, se limitó a alzar las manos, él prosiguió—: Nunca me fijé en ti (lo que se dice fijarse) hasta que ella verdaderamente me empujó a hacerlo. Yo sé lo que me traigo entre manos. ¡Te aseguro que soy verdaderamente estupendo! —¡No eres estupendo: eres lamentable! —exclamó Fleda llena de súbita desesperación—. ¡No debes seguir aquí, no debes! —repitió con una ansiedad sin precedentes—. Tú me haces decir cosas terribles, y siento como si yo te las hiciera decir a ti. —Pero antes de que él pudiera responder ella reanudó la discusión con otro tono—: ¿Por qué rábanos, si ya nada era igu

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