Brisa
—Hiciste muy bien en dejarlo fuera, hombres así no sirven para relaciones duraderas. ¿Cómo vas a volver a confiar en él cuando te hizo esto? No, si un día quiere una cosa y al otro día cambia de opinión, está claro que ni él sabe lo que quiere.
Me encontraba contándoles lo sucedido la noche anterior a Débora y a Lucía, su madre, quien se había convertido en estos años, en lo más parecido a nuestra consejera amorosa. Cada duda, problema o decepción, solíamos consultarla con ella, en busca de una salida apropiada.
Sin embargo ahora, no buscaba una salida, sino desahogarme y vaciar el enojo atorado en mi garganta.
—Es que no pensaba abrirle, no volverá a entrar a mi casa. — aseguré, completamente convencida de que no volvería con ese ingrato.
—¿Y hasta que hora se quedó golpeando tu puerta? — Débora preguntaba, mientras comía cucharada, tras cucharada de helado.
—Hasta cerca de las tres de la madrugada. La verdad no sé que esperaba conseguir, si fue él quien rompió conmigo, me pidió tiempo y se lo di, ahora que no se quejé.
No había tardado más de veinticuatro horas en volver a buscarme, pero el daño ya estaba hecho.
Nuestra relación era como un cristal, el cual él sin cuidado arrojó contra el suelo y ahora esperaba que mágicamente se mantuviera intacto.
¿Quién se creía que era? O mejor dicho, ¿Qué tan idiota me consideraba?
Durante años me comporte como la novia ideal, quien siempre estaba entendiéndolo a él, a su madre, sus responsabilidades y cada una de sus mierdas, ¿Pero de qué me sirvió? A la primera oportunidad lo tiró todo a la basura y ahora que su caprichito paso, vuelve con el rabo entre las piernas.
Por mí podía irse directo al infierno y no volver, porque ahora era yo quien no lo quería de regreso en mi vida.
—Cuando supe que habían terminado, tengo que confesar que creí que habías sido tú quién lo habías mandado a la mierda. Ese chico siempre ha hecho lo que se le ha antojado en su relación, no solo él, sino también su madre, quien nunca conoció un limite. —Lucía tenía razón, hace tiempo debí ser yo quien pudiera el punto final en esta historia, pero no lo hice, porque esperaba que cambiará. —Has aguantado mucho, pero al menos ahora has abierto los ojos.
—No es por ser pesimista, pero creo que volverá a molestarte, Jerry intentará regresar contigo como sea, no le conviene terminar la relación de esta manera, no lo dejaría bien visto.
—Debby, lo que menos me importa es la imagen de ese idiota.
No era mentira lo que decían, el infierno es una mujer despechada…
—¿De qué idiota están hablando? —las tres volteamos y vimos como Mario se acercaba a nosotras.
Mario es el hermano mayor de Débora, alguien confiable y divertido, aunque últimamente se la pasará más tiempo trabajando que haciendo vida social.
—De ti.
—Siempre tan cariñosa, hermanita. —entonces miró a su madre y sin borrar su sonrisa, señaló a su hermana. — Y luego te preguntas porqué sigue soltera.
—Ya, ustedes dos déjense de pelear.
—¿ Cómo estás Mario? Hace tiempo no te veo, ¿Cómo va el bar? — pregunté, ignorando la rodada de ojos de Débora.
—Agotador. Nunca pensé que algo que amaba y en lo que creí que era bueno, ahora comenzará a fastidiarme. Abrí el bar porque soy bueno con las personas, se lo que buscan, pero no soy alguien rutinario y esto comienza a cansarme.
—Pues te aguantas, es la vida adulta.
Lucía tenía razón, había días en los que tampoco me gustaba mi trabajo, pero las cuentas no se pagaban solas y a menos que me ganara la lotería o desarrollará unas inmensas ganas de vivir a la intemperie, había que echarle ganas.
Además el bar de Mario era increíble y a diferencia de “Inmortales” este funcionaba durante el día, por lo que muy pocas veces podía visitarlo. Sin embargo, cada vez que iba podía pedir lo que quisiera, que él se negaba a cobrarme.
—¿Qué podemos hacer Mario? La vida es injusta con nosotros los pobres. — extendí mi mano hacia él, quien no tardó en tomarla.
—¿Sucedió algo en la tienda?
—Si sigo gastando más de lo que ganó, me ahogare en intereses.
—Ya sabes que si quieres cambiar de trabajo, el bar tiene sus puertas abiertas para ti.
—Deja de tratar de ligarte a mi mejor amiga, ella es mía, imbécil. — me reí, olvidando los problemas, cuando Débora me abrazo.
Era bueno saber que contaba con el apoyo de personas tan leales a mi alrededor, que sin importar cuán devastada me encontrará, estarían ahí para levantarme.
—Débora, no seas maleducada, tu hermano solo trata de ser agradable.
—Además te recuerdo que nuestra Brisa, está a nada de casarse con Jerry. ¿O te olvidaste del pequeño junior?
—Eso es pasado Mario, aún no sabes las novedades. — Débora comenzó a evaluar sus uñas, mientras yo esperaba que la tierra me tragara.
—Débora. — Lucía trató de llamar su atención, pero yo sabía que era en vano.
Cuando ella empezaba a relatar un chisme, nada ni nadie podría detenerla, por lo que ni gastaba mis energías en hacerlo.
—Mamá, tarde o temprano todos lo sabrán.
—¿Qué sucedió?
—Jerry terminó con Brisa. El sucio bastardo le pidió un tiempo, pero no lo vas a creer, anoche se apareció y golpeó su puerta hasta las tres de la madrugada. — Mario me observó, pero empecé a rehuir de su mirada, no quería ver la lástima en sus ojos. —Pero nuestra pequeña, no le abrió, se mantuvo firme ante la tentación.
—Brisa…
—Estoy bien, estoy asimilándolo aún, pero creo que fue lo mejor. Sin darse cuenta el imbécil me hizo un favor.
Y era verdad, porque claramente él no me amaba o no me hubiera dejado por más dudas que sintiera.
Si hizo esto ahora, cuando estuviéramos casados él no dudaría en abandonarme.
—Lo hizo cariño, no lo dudes. Ya te lo dije, lo mejor que pudo sucederte es haberte librado de ese indeciso.
—Mamá no es momento para que le digas esto.
—Es la verdad, él hombre no sabe ni lo que quiere y es culpa de su madre.
Mientras los tres comenzaron a hablar sobre mi ex novio y de su madre, yo me concentre en revisar los mensajes en mi teléfono.
Eliminé los trece mensajes de Jerry, los que obviamente no leería y abrí el que quedaba.
*Luc: Ven esta noche al bar.
¿Qué trataba de hacer? ¿Me pedía que vaya o me lo ordenaba?
Por muy bueno que estuviera, no estaba interesada en relaciones ahora.
La boca de los hombres estaba llena de mentiras…