Luc
Cuando el sueño diurno concluyó, me sentía increíblemente aburrido.
Cada noche era lo mismo, atender el bar, escuchando a varios borrachos hablando sobre lo miserables que eran en sus trabajos, varias chicas despotricando contra sus ex parejas y otras tratando de conseguir amanecer junto a mí. ¿Cómo si eso fuera a suceder?
Las relaciones casuales nunca duraban más allá de lo que significaban: sexo. Si lo dejábamos llegar más allá, ellas no podrían comprender que el sueño en el que estábamos no era un juego y que al abrir alguna mínima cortina y exponernos a la luz del jodido sol, terminaríamos asados como un trozo de carne en plena competencia de asadores.
Desde hacía muchos, más años de los que podía y quería recordar, con Yael nos decimos a abrir el bar “Inmortales” y desde ese momento, cada noche era igual.
—¿Una pesadilla? ¿O porqué traes esa cara? —acepte la “Cerveza” que Yael estaba dándome.
Cómo nuestra sed no se lograba sacar con cualquier bebida, habíamos perfeccionado una cerveza especial, una con una considerable cantidad de RH negativo.
No estaba tan mal, aunque planeabamos aumentar la variedad con el tiempo.
Nuestro bar no solo era frecuentado por humanos, teníamos una buena clientela de nuestra propia especie, vampiros que solo querían sentirse normales nuevamente.
También había una buena cantidad de vampiros rebeldes, aquellos que venían aquí en busca de una presa fácil.
—¿Qué mayor pesadilla que verte la cara todos los días? — respondí, empezando a acomodar las botellas en sus respectivos lugares. —Tienes que traerme dos botellas de Vodka, estás no durarán.
—Ya, en un rato iré. Ahora dime , ¿Qué mierda te sucede?
—Lo mismo que viene sucediendo hace años, está maldita rutina me tiene cansado.
—Entonces hagamos algo divertido.
—¿Qué cosa?
—Hagamos una apuesta. —puse los ojos en blanco y regrese a mi trabajo, eligiendo ignorar su sugerencia. —¿Qué ni siquiera te mostraras curioso?
—No soy un hombre curioso y eres bastante predecible, llevo años conociéndote, muchos más de los que quisiera. —le recordé —Tus apuestas siempre van de lo mismo: faldas.
Aunque tuvimos nuestro tiempo de libertinaje, eso ya había quedado en el pasado, ya que se había desgastado y vuelto algo aburrido.
—¿Y puedes culparme? Peor sería si volviéramos a nuestros inicios.
Cuando uno era joven, tonto e inexperto, cometía errores.
Con Yael, durante nuestra juventud habíamos integrado una banda, la cual ponía metas y la mínima era cincuenta mordidas. Algo bueno para la sed y para el incremento de nuestras masas, pero era malo cuando te volvías adicto y sentías que no podías parar. Era horrible sentir que eras ese monstruo viendo como la vida de alguien se le escapaba, por tu culpa.
No había elegido ser un vampiro, pero así era desde que mi madre me convirtió y solo podía seguir existiendo de esta manera.
—Nunca volveré a eso, he superado la tentación de morder a alguien.
—Yo aún no creo haberlo superado, creo que siempre tendré el deseo de morder a alguien, de sentir como se encuentra a la espera, expectante de lo que podría suceder y termina encontrando algo diferente. — me di vuelta y arrojé el trapo de limpiar la barra contra él.
—Ya deja de hablar tantas mierdas.
—Bueno, extraño la sensación, pero somos más sofisticados ahora, no tenemos la necesidad de ensuciarnos, no cuando lo tenemos a nuestro alcance. —levanto su propia botella para demostrar su maldito punto.
—Lo que digas.
—¿Entonces aceptaras o con los años te has vuelto un maldito cobarde? —sabia que era una estupidez caer en su juego, pero nunca le daría la espalda a un desafío.
—Di lo que quieres. —Dije, provocándole una sonrisa. Él no tenía oportunidad alguna de ganar.
—Elegiremos a una chica y quien consiga algo de ella, se queda con las ganancias de un mes. —volví a poner mis ojos en blanco, ¿Qué éramos unos malditos niños?
—¿Es en serio?
—Claro que sí hombre, ¿Qué quieres sino? A ver, hazlo más interesante. —Yael estaba decidido a vencer, pero también lo estaba, no por el dinero, sino por pisotear su orgullo.
—Un poco de su sangre. — Al escucharme se echó hacia atrás con ambas manos hacia arriba.
—Oye, dije que extrañaba morder y toda esa mierda, pero ¿Estás seguro?
—Nunca dije que la morderíamos, solo que le sacaríamos un poco de sangre.
—¿Cómo a golpes? —ante mi mirada molesta, se carcajeo. —Solo bromeó, en verdad despertaste con los colmillos de punta.
—¿Quieres comprobar cuánto?
—Más tarde, ahora debo ganar una apuesta. Pero antes, mi condición, yo la elijo.
—Hecho.
No me preocupaba a quien fuera a elegir, todos los que venían aquí, estaban abiertos a cualquier cosa y podrían creer que era divertido jugar con su sangre.
A mitad de la noche, el bar estaba lleno, como siempre. Había atendido a tantas mujeres que creí que Yael había olvidado la apuesta y nunca elegiría una, sin embargo lo hizo.
—Ella. —dijo golpeando mi espalda.
—¿Quién? — pregunté mientras seguía sirviendo y trataba de encontrar a mi presa, mejor dicho a nuestra presa.
—La que viene hacia aquí con una mezcla de nervios y enojo. Se ve salvaje. — negué, viéndolas a todas iguales.
Pero no fue hasta que se detuvo frente a nosotros que supe de quién se trataba.
Una linda castaña de cabello ondulado, ojos grandes de un color ámbar y unos bonitos labios pintados de un rojo sangre. Ella era una vampiresa y si no lo era, debería serlo.
—¿Qué te sirvo, cariño? — sonreí de lado al verla poner los ojos en blanco.
—¿Cariño? ¿Es en serio? Y yo que pensaba que eran de las grandes ligas. — bufó antes de negar y sonreír. —Dos Martini.
—Enseguida, pero antes, ¿A qué te referías con eso de las grandes ligas?
—¿Cómo lo escuchaste? — preguntó un poco sorprendida, pero no podía decirle que fue gracias a mi condición.
—Te sorprenderían las cosas que se escuchan por aquí. —comencé a preparar sus bebidas, para luego ponerlas sobre la barra. — Ahora tu responde.
—No es nada, simplemente creí que con tu trabajo tendrías mejores líneas, pero cuando me llamaste cariño, me recordaste a esas ancianas que van a la tienda a comprar ropa para sus nietas. —no pude evitar soltar una carcajada, la cual atrajo la atención de Yael, pero es que nunca se habían quejado por como las llamaba.
—Muy bien, entonces dime tu nombre.
—Mmm… no. —dijo de manera juguetona tomando ambas copas entre sus manos, pero no fue el momento indicado, ya que desde atrás la empujaron, provocando que chocará contra la barra, rompiendo ambas bebidas.
Todo hubiera quedado como un accidente, mientras me declaraba ganador, pero no. No fui al único al que su sangre alertó, cada vampiro en el bar volteó a mirarla.
Su sangre era una de las más extrañas en encontrar, una deliciosa, una que mataría por probar y estaba seguro de que todos pensaban igual que yo.
—Ven conmigo ahora. —le ordené levantando mi mirada.
—Y tú crees. — sonrió negando. — Mejor prepararme otros dos, a ver si tengo mejor suerte y ningún imbécil me golpea.
Ella no lo entendía, si no venía conmigo ahora, esto se volvería una guerra.
—Eso se infectara, ven conmigo y luego te preparé cada maldita bebida que quieras.
—Pero no es nada. — levantó su mano para que pudiera observar el pequeño corte.
—Sí lo es. —y sin esperar a que continuará negándose, salte la barra y señale a Yael. —Quedas a cargo.
Ahora tenía que sacarla de aquí.