Lucia No Debe Saber Giuliani había hecho venir a Aldo para hablar con él. Una vez en su oficina, el hombre le preguntó cómo estaba, antes de interrogarlo sobre algunos puntos que no dejaron de estresarlo. Aunque sentía mucho respeto por el viejo amigo de su patrón, no dejaba de ser un hombre al que se debía temer. Y con lo que había ocurrido, ese temor no era irrazonable ni inútil. —¿Has leído los periódicos estos últimos días? —le preguntó el hombre, acomodándose en su silla. Aldo respiró hondo antes de responder con la mayor mesura posible: —Sí, señor, los he leído… así fue como me enteré del accidente de Don Rafael… —El accidente… —sonrió tristemente el hombre, quien no lo contradijo. Giuliani sabía que el secretario estaba al tanto del asunto. Pero aun así, decidió no hablar a


