XXXIV

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XXXIV Apenas habían transcurrido veinte minutos desde que John se pusiera a contemplar el caldero cuando logró al fin concentrarse en la historia de Solomon Daisy. Cuanto más meditaba, mayor era la convicción de su talento y sagacidad y era más intenso su deseo de comunicar su opinión al señor Haredale. Por último, resuelto a representar en este asunto un papel principal, un papel de la mayor importancia, y deseando por otra parte anticiparse a Solomon y a sus dos amigos, que no tardarían en dar a conocer la aventura con considerables adiciones y corolarios, confiándola al menos a unos veinte amigos discretos como ellos y muy verosímilmente al mismo señor Haredale, al día siguiente tal vez, resolvió ir a Warren antes de acostarse. «Es el propietario de esta casa —pensó el viejo John mien

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