—¡Oye! —exclamó Anneli, sobresaltada. Perdió el equilibrio y se aferró instintivamente a su cuello, diciendo—: ¿Qué estás haciendo? Bájame. Marceau, con los labios fuertemente apretados, la llevó en brazos escaleras arriba. Bajó la mirada levemente y sus ojos oscuros rebosaban de una intensidad peligrosa. En ese momento, Anneli sintió que se enfrentaba a un desafío abrumador. Parecía haber ido demasiado lejos. —Suéltame. ¡Muchos ojos están sobre nosotros ahora mismo! —Anneli le dio un suave golpecito en el hombro y susurró. Los sirvientes que estaban cerca actuaron como si fueran ciegos y sordos, cautelosos de no revelar su presencia a Marceau. Por el contrario, sólo Henrik podía darse el lujo de observar el drama que se desarrollaba con una sonrisa. —Pensé que no te pr


