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Mi romance las 24 horas

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Murat Doğan es miembro* de una familia adinerada, también posee un reputado estudio de arquitectura, además de ser muy exigente y perfeccionista, que antepone su trabajo ante todo lo demás, también es uno de los solteros más cotizados de Estambul, pero su vida cambia cuando se ve envuelto en una mentira inocente que involucra a Melisa Demir, la asistente que él despidió por un mal entendido y que ahora lo odia por haberle arruinado su futuro y por ende su vida, nada bueno puede salir de esa situación, salvo un hermoso romance fingido que se vuelve realidad.

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Capítulo 1.-
©Jazmin Flores. 2022. Stary. Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito del autor. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.               TOMATE NINJA ◾◾◾◾◾◾◾◾◾◾◾◾ Las historias de amor comienzan en un restaurante, cuando la chica ve al chico e intercambian miradas, o en un club, mientras bailan, en la escuela mientras son amigos, o en el trabajo mientras conviven día a día, pero no está historia, esta historia no empieza con miradas coquetas o con sonrisas discretas, ni tampoco con suspiros llenos de amor. ……………… La ira de Melisa fue de cinco a mil en un segundo, su cuerpo estaba sudado por la enorme botarga en forma de tomate que traía puesta. Este no había sido su trabajo soñado, no, está no fue la vida que tenía planeada tan sólo unos meses atrás, y todo se debía a ese odioso hombre. Ese hombre la había arruinado por completo y todo lo que ella quería era…, justicia. ¿Por qué ella tenía que sufrir, mientras él disfrutaba de su vida llena de lujos?, la vida no era justa. Y Justo en ese momento, ahí estaba él, con su elegante traje y con su perfecto rostro, con su inquebrantable ego y su mirada desaprobatoria. Melisa no lo pensó, estaba enojada, así que, como si estuviese poseída por un demonio malvado, caminó hasta ese hombre y lo señaló. —¡Tú!, ¡Eres un…, mal agradecido! — gritó ella llena de furia, aquel hombre bien vestido la miró y frunció el ceño, pues él no entendía nada, todo lo que veía era la botarga de tomate con enorme sonrisa señalándolo, tal vez era una admiradora loca, como fuera él no quería meterse en situaciones incómodas, así que miró a su asistente, estaba por darle órdenes de que se ocupara de aquella situación…. Y de la nada una pierna con una media de color verde cubriéndola, voló y lo golpeó justo en la ingle, haciéndolo caer al suelo por el enorme dolor.      (Dos meses y siete días atrás…) —Venga chicos, necesito la presentación para esta tarde— dijo el gerente general mientras ingresaba a su oficina. Todos trabajaban sin parar, ni siquiera se tomaban el tiempo para ir a tomar agua. En la empresa Tourell el tiempo valía oro, Melisa estaba en su escritorio, se veía calmada, había trabajado en aquella empresa por casi tres años, y un año para el nuevo dueño, un turco que casi no hablaba con nadie, si salía de la oficina era solo para regañar y castigar, era intimidante, y arrogante, pero también era un orgasmo visúal para las mujeres. Todos sabían que era un hombre cruel y despiadado, que debajo de esa linda sonrisa con dientes blancos se escondía el mismo satanás. En un principio Melisa quiso renunciar, pero poco a poco se adaptó a su nuevo jefe, había sido la asistente del dueño anterior y cuando la administración cambió, ella fue reasignada como asistente del nuevo dueño. Murat Doğan. —¡Hay!, no puede ser…, Olvidé la reservación del señor Doğan— dijo Tarkan, el otro asistente del señor Murat, quien también era Turco al igual que el jefe, y que había llegado junto con él como si fuese una mascota, solía ser un poco despistado, pero por alguna razón había sobrevivido al señor Doğan. —Tranquilo ya hice la reservación— dijo Melisa y le entregó un papel al pobre hombre que se estaba poniendo pálido. —¿Qué?, ¿De verdad?... Pero… ¿Cuándo?. —Escuché que lo mencionaste y solo por si se te olvidaba lo hice, para hoy a la una, ¿Cierto?. —Gracias Mel, acabas de salvarme la vida. Melisa solo sonrió y continuó con su trabajo. En Tourell había muchas especulaciones de ¿por que el jefe era tan cruel?, algunos decían que sólo era de carácter duro, y que en el fondo tenía buen corazón, que solo era por que era el jefe y tenía que ser así, pero la realidad era que él inspiraba miedo en sus empleados, lo respetaban, si, pero nadie decía algo bueno de él. Melisa por otro lado lo defendía cada que podía, “Solo está estresado”, “Hoy no desayunó bien”, “llegó tarde a una reunión”, “Dejó su teléfono en casa“. La mujer lo excusaba cada que podía, aunque en el transcurso de este año, su jefe solo le hubiera dirigido la palabra en solo dos ocasiones, incluso cuando le informaba de llamadas, él solo respondía, “Comunícamela ó, dile que no estoy”. Ya se había impuesto una rutina entre ellos, rutina que a Melisa le costó lágrimas de sangre, pero lo soportó por que tenía deudas que pagar. Por las mañanas Melisa ya le tenía listo su té de Tila. el señor Doğan odiaba el café, o algo con azúcar, a la mala, Melisa se enteró de que era alérgico a ciertos perfumes, así que tenía que ser muy selectiva y gastar mucho dinero si quería oler bien, ya tenía listo el informe del día anterior, tenia lista su agenda con las órdenes del día, y antes de que él llegara ya le tenía un periódico esperando por él en su escritorio, llegar hasta ese punto donde ambos se entendieran no fue fácil. Pero lo había logrado, y estaba lista para pedir un aumento, sentía que se lo merecía, en realidad ella si se lo merecía y lo necesitaba, así que iba pedírselo. No fue hasta la mañana del Lunes que como de costumbre Melisa llegó más temprano de lo habitual, fue al baño de mujeres y se acomodó el cabello, quería verse bien, segura de sí misma, salió del baño e imprimió el informe del último día de trabajo para meterlo en un folder azul, sacó la agenda y revisó todo de nuevo, no quería olvidar nada, sacó el periódico que compró esta mañana y lo llevó a la oficina del jefe, aquel lugar olía a él. A «masculinidad», era lo que Melisa pensaba, ordenó un poco su escritorio y miró el retrato de una mujer rubia de ojos azules, una mujer preciosa, que seguramente debía de ser la esposa o la novia del jefe, la había visto un par de veces, pero no podía asegurar nada, dejó el periódico y fue por el té, una vez lo preparó, lo colocó en una taza blanca y limpia, algo bueno del señor Doğan es que era muy puntual, como un reloj, siempre llegaba a la misma hora, ni un minuto más, y ni uno menos, y tal como lo predijo esa mañana del lunes, él llegó exactamente a las 7:35 de la mañana. Todos en la oficina se volvían locos, acomodando sus lugares, limpiando cualquier pequeño desorden que hubiera, pues nadie quería molestar al jefe tan temprano. Melisa lo esperó con la taza de té, la agenda y el informe, cuando él llegó todo quedó en silencio, incluso el tiempo parecía que se quedaba quieto por el miedo. Melisa respiró hondo y enderezó la espalda, el señor Doğan era alto, fornido, era rubio, de cabello corto y barba cuidada, tenía ojos verdes y siempre usaba trajes impresionantes, de vez en cuando vestía camisas polo y pantalones de vestir, pero hoy usaba un traje azul marino sin saco, solo traía un chaleco gris oscuro sobre una camisa blanca con las mangas enrolladas hasta los codos, y una corbata del mismo color que el pantalón, usaba unos relucientes zapatos Derby de cuero de color negro y caminaba con tanta elegancia que le robaba el aliento a todos. —Buenos días señor Doğan— dijo Melisa tratando de no verlo al rostro o temía que las manos le temblaran y el té se derramara, el señor Doğan ni siquiera la miró y tampoco respondió al saludo, solo continuó hasta su oficina. Fue Tarkan quien venía detrás de su jefe, quien saludó de buena manera. Tomó el té que Melisa había preparado y tomó el informe y la agenda, sonrió nerviosamente y se apresuró a seguir a su jefe. Una vez que la puerta de la oficina del presidente se cerró todos respiraron aliviados, casi como si estuvieran conteniendo el aliento. Melisa también respiró y se apresuró a ir a su escritorio, estaba acomodando sus cosas cuando miró una nota adhesiva pegada en una libreta. «Reunión con el señor Stellman, domingo a las 6:57 pm»  El corazón de la chica empezó a latir con fuerza, la sangre empezó a calentarse en sus venas, la cabeza empezó a darle vueltas, sentía que iba desmayarse por que había dejado de respirar, ¿Cómo pudo olvidarlo?, ¿Lo olvidó?. Recordó en su mente lo que pasó el sábado en la mañana, no había nada sobre la reunión, se estaba poniendo pálida, cuando el teléfono empezó a sonar, con las manos temblorosas lo levantó. —Oficina de Presidencia, Buenos días. —Buenos días, me podría comunicar con Murat Doğan por favor. —¿De parte de quien?. —De parte del señor Stellman. “Mierda, Mierda, Mierda”. Melisa quería colgar y salir corriendo, pero no podía hacer tal cosa, tragó saliva y se aclaró la garganta, —Un momento por favor. Se levantó de la silla muy temblorosa y tocó a la puerta de la oficina del señor Doğan, Tarkan fue quien abrió y miró la cara de angustia de la mujer, sabía que algo había pasado. —¿Qué?—preguntó un poco impaciente. —Olvidé una reunión. —¿Pará hoy?. Melisa negó. —Para ayer. La cara de Tarkan se descompuso y trató de no volverse loco de inmediato, esto no era algo propio de Melisa, ella nunca se había equivocado en todo este tiempo, seguramente sería sólo un pequeño error. —¿Con quien era la cita?. —Con el señor Stellman. —¡Por dios santo!—exclamó Tarkan muy preocupado, “Estamos todos acabados”. —Esta en la línea y quiere hablar con él—terminó de decir ella. Tarkan respiró hondo y asintió, cerró la puerta y fue hasta donde su jefe revisaba unos mensajes en su teléfono, debió ser algo malo por que se veía molesto, una vena en su frente empezaba a salir, y eso sólo anunciaba que el señor Murat estaba por estallar en cólera. —Se-se-señor, tenemos una situación —informó Tarkan un poco tembloroso, esto también era su culpa y sería castigado. —Habla—Ordenó Murat sin apartar la vista de su teléfono. —Pues verá… Accidentalmente la asistente que se encarga de sus reuniones se olvidó de que tenía…, de que tenía una cita programada con el señor…, el señor Stellman — dijo Tarkan y se encomendó a todos los Santos cuando Murat alzó la vista para verlo. —¿Para cuando es la cita?. —Fue señor, era para ayer. La cara de Doğan no expresaba nada más que ira. —Esta en la línea, quiere hablar con usted. —Comunica la llamada. Tarkan salió a toda prisa y le dijo a Melisa que pasara la llamada, la chica estaba vuelta loca, estaba rezando en su lugar, habían pasado tres minutos, pero ella sentía que había pasado una eternidad, cuando de pronto, se escuchó un grito infernal. —¡Despídela!. A los poco segundos salió Tarkan con un rostro pálido, miró a Melisa y sintió mucha pena por ella. —Lo lamento, tienes que juntar tus cosas, estás despedida. Ella sintió que todo el cuerpo se le congeló, no podían despedirla así como así. —Me disculparé, hablaré con él— dijo una chica desesperada por no perder su empleo. Tarkan la detuvo y negó. —Está muy enojado, si entras ahí saldrás llorando, créeme. Melisa sabía que aquello era cierto, pero aún así quería Intentarlo, no quería perder su empleo, si lo perdía, todo estaba acabado. —¡Tarkan, ven aquí ahora!. El grito de furia proveniente de aquella oficina la detuvo, se dio cuenta de que ya no había nada que hacer, estaba despedida, se equivocó y ahora tenía que pagar por sus errores. Todos en aquel lugar la miraban apenados e intrigados, ¿Qué pudo hacer para que la despidieran?. Melisa juntó sus cosas y salió de aquel lugar. Fue así como empezó un sinfín de problemas para la pobre Melisa. —Lo lamento Melisa, ya tienes un retraso del pago mensual, si no pagas para mañana tendrás que desalojar la habitación. Eso fue lo que le dijo la casera el día de ayer, y hoy iba de vuelta a casa sin empleo y con la dignidad por los suelos, cuando llegó a su departamento notó que sus cosas estaban en la calle. —No no, ¿Que hacen?. —Melisa, creí que estabas en el trabajo — dijo la casera al ver llegar a la joven tan temprano. —Señora Kirk, usted dijo que tenía hasta hoy para pagar. —Si, ¿Tienes el dinero?, si lo tienes ordenaré que devuelvan todo, de lo contrario no puedo dejar que te quedes. Melisa se mordió el labio y negó. —Lo lamento Melisa, este lugar no es un albergue. “Infame”, aquella situación era infame, pero no terminó, aún no, Melisa sólo tomó una mochila donde echó ropa y algunos objetos importantes, se llevó lo que pudo y se sentó en la banca de un parque, llamó a su novio Duncan pero este jamás respondió, llamó a todas sus “amigas” y por la mala entendió que sólo eran amigas de copas y no amigas de verdad, pues ninguna le ayudó, a excepción de Fifi, una amiga de la universidad, su única amiga de echo. —Me encantaría ayudarte, pero…, bueno si no te importan los gritos de mis hermanos y compartir habitación, pues adelante ven a casa y quédate aquí conmigo, a mi tía no le molestará, de echo casi nunca esta, así que…. —Gracias Fifí, de verdad acabas de salvarme, no tengo a dónde ir. —Vale, tranquila y ven, aquí hablamos. La primer noche de Melisa fue un terror, en primera por las peleas constantes de dos niños, y dos adolescentes que no sabían el significado de silencio y privacidad, pero, aquello era mejor que dormir en la calle o en un hotel de mala muerte. Pero eso no fue el fin, esa misma noche Melisa recibió un mensaje que la quebró por completo. «Mel, lamento mucho no haberte contestado, pero estaba con alguien, Mel, debemos terminar» La pobre quería responderle a Duncan que no la dejara, que se quedara con ella, pero no iba a humillarse, ella no era de esas mujeres, no respondió, ni tampoco le marcó, simplemente trató de olvidarlo, el tipo había sido un cobarde por terminarla mediante un mensaje de texto, pero al mismo tiempo se alegraba de que lo hubiera echo de ese modo, pues así no tendría que verlo, y así no se soltaría llorando delante de él. Había pasado casi una semana y Melisa no encontraba trabajo, se le habían acumulado los gastos de la universidad y pronto tendría que abandonar la carrera por falta de pagos, había pedido una beca completa, pero se la habían negado por que ya estaba a mitad del semestre. —Tranquila Melisa no te vuelvas loca, ya veras que todo se soluciona, mira— dijo Fifí y le dio un folleto. “Se solicita empleado de medio tiempo, Pizzería, Buon Appetito”.  “¿Una pizzería? “ —Se que no es un trabajo como el que tenías, pero es algo. Y así fue como Melisa se convirtió en repartidora de volantes, había mandado solicitudes de empleo a todos lados pero todos le decían lo mismo, ‘No cuenta con la experiencia que requerimos’, era ridículo, y en menos de dos semanas la echaron de la universidad perdiendo por completo su último año.

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