Oscura Rendición

SEGUNDA PARTE DE OSCURA RENDICIÓN. ARSLAN POV.  El llanto y los ruegos del hombre que se encuentra tirado sobre un plástico no me perturban. A mi lado, Eros escruta con la mirada al pobre diablo. —Señor… —balbucea el hombre en el piso del almacén—Le juro que yo no sé de qué habla. —¿Me crees imbécil? —mi tono es frío y sin emoción—Piensas que no sé todo lo que pasa a mi alrededor—abro los brazos y lo miro con una sonrisa estudiada— esto me pertenece. Yannick es pasado. Tú y tu gente si quieren vivir, me responden a mí. Nadie más que yo decido que pasa y que no en mi maldita ciudad. —Ellos vinieron de su parte. —¿Quiénes? —inquiero— solo dame el nombre de los que se atrevieron a robarme —pongo mi mano sobre el cuello de Eros —¿Él? —lo señalo—Porque él, es mi primero al mando y si no viste su maldito rostro, entonces te jodieron. Mi cabreo ya está a mil, al igual que el de Eros. El hombre lloriquea más fuerte. Miro mi reloj y bufo. No tengo tiempo para esto. —¡Mike! —ladro—Encárgate de sacarle todo lo que necesito—El hombre es un sanguinario y puede conseguí la información bajo métodos nada ortodoxos. A paso firme, salgo del almacén ubicado cerca del río Hudson. Camino junto a mi hermano y avanzamos hasta donde se encuentran los autos ignorando los gritos del hombre dentro. —¿Crees que han sido Jared o Alessandro? —cuestiona cuando subimos al auto. Los jefes del cartel de Detroit y Texas respectivamente has declarado su lealtad a mí después de la muerte de Yannick. Sin embargo, no puedo confiar en ninguno. —No estoy seguro, pero no es descartable—murmuro mientras salimos del muelle— Les deje la distribución de metanfetamina. —Pero, el poder puede volverte —ciego dice en tono seco. —O muy estúpido—replico. Este asiente sin apartar la vista del tráfico—Si pudieras ir más rápido —comento— Sabes que tengo un compromiso impostergable. Lo escucho reírse. Cabrón. —Si tan solo pudiera estar allí y ver la escena—dice con diversión. Le hago una peineta. No pienso caer en su juego infantil, ya lo conozco. Mientras avanzamos por las calles de Nueva York observo mi imperio extenderse. Muchos quieren mi cabeza, pero pocos han tenido la oportunidad de verme a la cara. Para la ley, soy un mito. Para algunos jefes de cartel, un dolor en sus traseros. He construido mi imperio sobre sangre. He sobrevivido a la traición y superado a cualquiera que no se, siquiera suponer en tener mi lugar. Yo soy el puto amo de esta ciudad. Mi palabra es ley. No hay nadie que este por encima de mí. Reino sobre todos, aunque no lo sepan. El auto se detiene frente a la mansión donde habito la mayor parte de mi tiempo y bajo. Miro el reloj omega que llevo en mi muñeca y oculto una mueca al ver que estoy retrasado. Eros como todo un maldito chismoso me sigue dentro con una sonrisa perpetua. —Quita tu maldita sonrisa o te dejaré sin dientes—gruño cuando estamos en el salón. Miro alrededor y no hay nadie. Así que, sin esperar me voy hasta mi habitación. Camino por el pasillo a paso rápido y abro la puerta para encontrarme con la única visión que tiene la potestad de quitarme el aliento. —¿Dónde coño estabas? —hago una mueca, al ver a mi mujer mirarme con sus ojos llameantes. Está de pie en medio de nuestra habitación. Solo viste una bata de seda que cae de uno de sus hombros. —Tenía cosas que resolver. —Sabes que esto es importante—farfulla levantando las manos con exasperación. Está nerviosa y no es para menos. —Edén—suspiro acercándome a ella y rodeándola con mis brazos. Ella es reacia al principio, pero no me aleja—Tenía que ver esto con urgencia —el aroma que desprende su piel siempre me pone duro. Miento. Ella nada más tiene que darme una mirada antes de que le arranque la ropa. No puedo mantener mis manos fuera de ella mucho tiempo y la bruja lo sabe. —Hable con mi madre y ya están por salir al restaurante. ¡Mierda! Hoy era el día. Al fin conocería a su madre después de estar casado con ella por unos meses. Lo que tiene ansiosa y preocupada a mi mujer, es que su madre no sabe que estamos casados. De hecho, cree que solo le presentara a una posible pareja. Si ella supiera. —¡Arslan! —exclama Edén, cabreada dándome un ligero golpe en el brazo—Necesitas ducharte y alistarte. —Lo sé, pero antes necesito una cosa. —¿Qué? —frunce el ceño. Cubro sus labios con los míos y bajo mis manos hasta sus muslos que no necesitan mucha persuasión para rodearme. La dejo sobre el tocador y desato el nudo de su bata, dejándola gloriosamente desnuda. —No me despeines—advierte con un brillo lujurioso. No respondo, rápidamente abro la cremallera de mis pantalones. Cuando la cresta de mi pene pasa de arriba abajo por su abertura, ella se retuerce y gime. —Siempre tan lista para mí —susurro con deleite. —No tenemos mucho tiempo, así que necesito que seas rápido y letal —se mofa. —Tus deseos son órdenes para mí—digo a la vez que entro en su calor y ella abre los labios en busca de aire. Me muevo con embates largos y la beso al mismo rito que mis estocadas la penetran. En pocos minutos ambos estamos en busca del anhelado orgasmo que la atraviesa primero, llevándome con ella. Ella es mi única luz en medio de tanta oscuridad. Mataría por protegerla. —Te amo —susurra con vos suave y entrecortada acariciando mi rostro. A veces, me sorprende que ella sea capaz de amarme a mí. Un ser lóbrego, que es muy diferente a ella. —Te amo —respondo con sinceridad. Ella es mi todo. La mujer por la que despierto cada día, la que me dio una razón para seguir en pie. Ella es mi paraíso en medio de este infierno en el que vivo. —¿Vas a contarme que sucedió? —inquiere aún en el momento poscoital. Nunca se rinde cuando quiere saber algo. Sin embargo, procuro no contarle muchos detalles de lo que pasa. No quiero mancharla con lo que soy. Salgo de ella y la ayudo a incorporarse. Le da una rápida mirada a su cabello y me regala una sonrisa de agradecimiento. Su cabello negro está sujeto en un desordenado recogido. Pero sé que le llevo tiempo obtener ese aspecto. De la manera que sea, ella es hermosa. —¿Arslan? —Uno de mis almacenes sufrió un robo—sus ojos se abren sorprendida. Asiento dándole a entender que era algo grave. —No sabes quién pudo haber sido. —Deje a mis hombres a cargo de eso—respondo con simpleza. La veo tomar la bata de seda y caminar al baño. La sigo apreciando sus deliciosas curvas. Si hace un año, alguien me hubiese dicho que conocería a esta mujer y que sería mi esposa, me habría reído en su cara. Sí. Hubo un momento en que pensé que lo mejor era alejarla de mi podrido estilo de vida. Pero, Edén llego para quedarse y meterse bajo mi piel desde la primera vez que la vi en ese restaurante. Es una mujer capaz y frentera que puede decirme a la cara lo que cree, es inteligente. También es una criatura sensual y visceral a la hora del sexo. En conclusión, me saqué la lotería.