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La amante del rey

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Blurb

Lía es culpada de asesinar a Savile, la actual amante del rey, ese día su padre fallece tratando de protegerla y su novio es arrestado intentando evitar su aprensión.

Un año después es liberada de su encierro sin entender exactamente por qué, pero la joven que sale de prisión no es la misma joven alegre que alguna vez fue. Esta vez busca venganza y no le importará arriesgar la vida con tal de lograrlo.

Con una nueva identidad, entra al palacio con el único objetivo de ocupar el puesto vacante que Savile dejo, solo de esa forma podrá acercarse lo suficiente para asesinar al hombre que arruino su vida, el rey, pero una vez en el palacio descubrirá que detrás de la muerte de la amante hay secretos que intentará descubrir para no sufrir el mismo destino que Savile.

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Prefacio
Sus dedos y el cómo acaricia mi piel con ellos, es lo único en mi mente. Sus ojos claros logran hipnotizarme y esa agradable sonrisa es la razón por la cual suelo llegar tarde a casa, aunque lo cierto es que vale la pena el sermón de mi padre con tal de contemplarla. —Me encanta tu cabello ¿Ya te lo dije? —suspira Stefan. Su dedos se desplazan de mi cintura a mi cabellera oscura, los introduce como si se tratara de un peine, los desliza para comprobar su sedosidad. — Siempre que venimos aquí — me acurruco sobre su brazo y me acerco aún más a su pecho para percibir el aroma a madera que tanto me fascina. Trabaja en una maderería para llevar pan a la mesa de su hogar, su padre falleció al terminar la guerra, así que él se convirtió en el hombre de la casa en su ausencia. —Casate conmigo — dice él de pronto. Alzo mi cabeza de su brazo, pensando que tal vez no he escuchado bien debido a que estaba prestando más atención a su respiración y los latidos de su corazón. —¿Puedes repetir lo que dijiste?—pregunto desconcertada. Stefan se levanta de su sitio, toma mi mejilla entre su mano tiernamente y se detiene a observar mi rostro, sonríe como nunca antes lo ha hecho y se acerca a mi oído. —Casate conmigo —susurra de forma arrebatadora, su respiración eriza mi piel y sus palabras me roban el aliento. Y aunque me dedica una mirada llena de ternura y devoción, mi corazón palpita inquieto, me da miedo tomar enserió su petición, pero sé que no se trata de alguna broma para su propia diversión, él no es así, no tiene tiempo, ya que este lo emplea en trabajar porque al igual que muchas familias en el pueblo, la suya sufre muchas carencias. Inevitablemente, una línea transparente fluye por mis mejillas, al pensar en las razones por las cuales no debemos contraer nupcias. Su familia es un ejemplo, sin él, su madre y hermanas no pueden valerse solas, serían tachadas como pordioseras porque así suelen tratar a las viudas y huérfanos que dejo la guerra. Mi padre sería la primera persona en oponerse, él tiene muy en cuenta su situación económica, sabe que él esta pretendiéndome y eso le disgusta, que mi futuro económico fuese incierto a su lado. Me cubro el rostro con ambas manos para evitar que observe mi silencioso y amargo llanto, luego niego con la cabeza. —Por favor no llores, ya lo he solucionado todo— manifiesta con un tono de esperanza, pero sus palabras no me provocan ningún alivio. — Pero...— intento decir, no obstante la tristeza no permite continuar, así que me protejo de su mirada apretando mis manos contra mi rostro. —No quiero y no seré jamás el motivo por el cual derrames una sola lágrima— esas palabras son suficientes para que consiga levantar un poco la mirada. —No hay modo—insto. El salario de Stefan apenas si alcanza para que su familia tenga un plato de comida al día y para pagar las deudas que su padre les dejo al fallecer, así que no hay forma de que pueda ahorrar, aunque desee convertirme en su esposa, no puedo ignorar la responsabilidad en sus hombros, es decir, a su familia. —Confía en mí— argumenta crédulo con una sonrisa en su labios rosados — de lo único que tienes que preocuparte es por lo que dirá tu padre mañana por la tarde cuando se lo diga. —¿M-mañana?— cuestiono perpleja, parece un sueño, quizás aún estoy en cama dormida soñando con este bello momento—¿Estoy soñando? — digo en voz alta. Stefan suelta una pequeña risita burlona, pero para evitar ofenderme gira un poco para ocultarla de mí. —¿Por qué me haces ese tipo de pregunta? — responde él fingiendo estar algo ofendido. —Es muy hermoso para ser verdad, siento que en cualquier momento voy a despertar en mi cama llorando por todo esto. Súbitamente, él me da un beso en la frente, es tierno y suave, aun cuando se aleja de mí la sensación de sus labios perdura. —No es un sueño — musita con dulzura —cambiando de tema, si no es mucha molestia me gustaría que mañana hagas el estofado que tanto le gusta a tu padre, ese que sabe mucho a hierbas para que el disgusto de verme en su casa y peor aún, solicitando la mano de su única hija no le caiga mal en el estómago. Ambos reímos ante su chiste, pero en cierto momento él deja de reír, se muestra serio e incluso un poco preocupado. Cuando se da cuenta de que lo observo él levanta su mirada celeste limpia de todo rastro de duda, luego posa su pulgar en mi mejilla y con su yema desvanece el camino que dejaron mis lágrimas. —¿Te casarás conmigo? —insiste. Esta vez no lo pienso y solo asiento. —Si—una lágrima traicionera brota, más esta no es inspirada por la incertidumbre, sino por la alegría de un futuro a su lado. Stefan toma mi mentón, se aproxima con lentitud hasta que sus labios logran impregnar un beso en mis labios, con ayuda de su lengua se abre paso para acariciar mi lengua con la suya. El sabor es igual al de la fresas que acaba de comer. Mis mejillas se ruborizan, nos hemos dado varios besos, pero ninguno como este, no con la lengua, pero ahora que pretende pedir mi mano en matrimonio se ha tomado tal atrevimiento. Cuando se aparta descubro que el brillo de sus ojos resplandece como nunca antes. Sin previo aviso y con una sonrisa que baila en sus labios, toma mi cuerpo entre sus brazos y me eleva en el aire para celebrar, aunque se supone que esta prohibido el que estemos aquí, pero esta vez no nos importa hacer un poco de ruido, ya que la situación lo amerita.

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