La boda de mi jefe.

Obra dedicada a mi vecino Noe. Sin nuestras charlas esta historia no habría nacido. ❤️ இ═══════இ Charlie —¿Prostituta? Okey, esa no es la mejor manera de empezar, iniciemos de nuevo... —¿Casados? ¿¡Cuándo demonios sucedió eso!? Bien... Esa tampoco es manera de empezar, intentemos una vez más. Mi nombre es Charlie Wayne, tengo treinta años, fui hija única de un matrimonio roto, con un padre alcohólico y una madre codependiente de él. Crecí con muchas carencias, tanto afectivas como económicas, así que cuando mamá enfermó, tuve que hacerme cargo de ella y de mi. Vivir en un barrio más que humilde no solo significan carencias también es significado de malas personas, personas que solo están buscando como hacerte mal. Ahí fue donde comenzó todo esto, mi vida lejos de casa, de la escuela, trabajando en algo que no quería pero que era a lo único a lo que en ese momento podía aspirar. Recuerdo que me acerqué a ella por que todos la conocían como "La madame" la mujer más pudiente del barrio pobre donde crecí, para todos era un enigma, pues teniendo el dinero que tenía, vivía en lo peor de lo peor. Recuerdo haberle pedido trabajo, ella sonrió y se limitó a asentir, su casa era pequeña pero bonita, había muebles suaves, cuadros preciosos en las paredes, decoración perfecta. Su closet estaba lleno de ropa, abrigos elegantes, zapatillas que ni siquiera pude contar, joyas brillantes. Nunca tuve la tentación de tomar nada, pero si que me gustaba admirar cada cosa que ahí había. Ella me enseñaba de vez en cuando palabras que yo desconocía, pues dejé de estudiar cuando cumplí los trece años. Tomaba notas y por las noches, leía los libros que me prestaba. Era lo más cercano a aprender. —¿Cuántos años tienes Charlie? —Diecisiete aún, en unos meses seré mayor. —¿Y no piensas seguir estudiando? Agacho la mirada y solo puedo negar con la cabeza mientras cepillo uno de sus abrigos con cuidado. —Mi madre esta muy enferma, el dinero que usted me paga por ayudarla es casi suficiente para cubrir sus medicinas y un poco de comida. —¿Hace cuánto que no pisas una escuela? —Desde que tengo trece, estaba iniciando con la segunda etapa de mis estudios cuando la hermana de mi madre fue por mi a la escuela, recogió todos mis documentos y me llevó a casa, mi madre estaba en cama, enferma y no había nadie que quisiera hacerse cargo, así que dejé de estudiar para cuidarla, al principio ella nos pasaba un poco de dinero por mes, yo me saltaba algunas comidas para que mi mamá pudiera comer bien. »Luego mi tía murió a manos de su marido, la golpeó fuertemente en la cabeza y le destruyó el cráneo, después de eso nadie nos ayudaba, así que tuve que trabajar, iba de casa en casa ofreciéndome a lavar sus ropas, limpiar sus casas, pasear a sus perros. Mucha gente era buena conmigo y me dejaba hacer cualquier cosita para ganarme algo. Me regalaban comida, ropa, medicinas, luego ella empeoró y ya ni siquiera podía alejarme de esta calle. Luego usted, fue tan buena conmigo, todavía lo es. —¿No gustaría aprender? —Claro que si, todas las noches leo los libros que me presta, es mejor que no saber nada. —No hablo de eso, hablo de aprender más, idiomas, etiqueta, cultura, finanzas, todo lo que no pudiste. —A pesar de que usted me paga muy bien, no me alcanzaría. —Puedes trabajar conmigo Charlie. —¿Trabajar de qué? Ella mira sus uñas y suspira. He notado que siempre que hace eso es por que esta a punto de decir algo nunca antes dicho. —¿Sabes a lo que me dedico? —No realmente. —¿Pero has escuchado hablar a la gente, no? Asiento por que si, es verdad, la gente dice que madame es una prostituta. —Me gustaría que trabajaras conmigo Charlie, tienes todo lo necesario para el trabajo. Eres linda, inteligente, aprendes rápido. —¿Prostituta? –cuestiono aterrada–. ¿Quiere que sea una prostituta? Su mirada cambia radicalmente y mira hacia otro lado. —¿Tú piensas eso de mí? —N-no, eso dice la gente. –confieso con la mirada puesta en mis pies. —No soy una prostituta, soy una acompañante, las mujeres que se dedican a eso, están bien preparadas, son cultas, inteligentes, saben hablar, vestir, caminar, las prostitutas solo cobran por abrir las piernas. —¿Yo podría hacerlo? —Sí Charlie, puedes hacerlo. இ═══════இ —Tierra llamando a Charlie, ¿Estás bien? Parpadeo varias veces antes de darme cuenta de mi compañera frente a mi. Limpio las pocas lágrimas que amenazan con salir, no sé por qué últimamente pienso en ella y en ese pasado. —Lo siento, estaba distraída. —Sí, pude notarlo. La jefa quiere verte, dice que es urgente. Me aliso la falda y limpio mis ojos tratando de que no se vean tan mal. Camino hasta la oficina de mi jefa y antes de llamar a la puerta puedo escuchar parte de una conversación que si y no debía escuchar. —Mira, ella ya no tiene nada que hacer aquí, te prometo que tú tomaras su lugar, ¿de acuerdo? —Pero es que tiene que ser ya, no quiero cruzar más una palabra con ella, odio fingir que me agrada cuando la realidad es otra. —Sé que Charlie puede ser un problema para que avances puesto que tiene mucha más formación que tú, por eso si la despido debes asegurarme que tú llenarás el gran hueco que dejará su partida. —Lo prometo, te prometo que lo haré. Maldita sea, esto no puede estar pasando. Respiro tranquila y llamo a la puerta, escucho un simple "adelante" abro la puerta y como lo supuse, el maldito lame botas de mi compañero esta aquí. —Me dijeron que viniera con usted. —Así es Charlie, gracias por venir de inmediato. Siempre he valorado tu rapidez. —Gracias. —Y es por eso que me duele verte tan estancada en este lugar, creo que tanto conocimiento debe ser mejor valorado. Mis manos se vuelven puños, era obvio que iba a salir con una estupidez así. —Hay tantas empresas que matarían por tenerte de su lado que... —No es necesario que diga más, creo que ya entendí lo que quiere decir y para evitarnos todo este show innecesario y barato, vamos a hacer lo siguiente, no firmaré mi renuncia voluntaria, usted me va a liquidar como se debe, con el porcentaje estimado por los años que trabajé para usted, prima vacacional, bonos, aguinaldo que ya está muy próximo y el dinero que me corresponde por el mes que precisamente hoy cierra, de lo contrario no firmaré absolutamente nada. —¿Pero quién te crees? No eres más que una empleada. —Tiene razón y solo estoy haciendo válidos mis derechos como la simple empleada que soy y a menos de que quiera irse a un juicio por incumplimiento de contrato, deberá pagarme como se debe. Que tenga un excelente día, jefa. Salgo de la oficina con una sonrisa que parece triunfal pero no, realmente estoy muy molesta, quiere echarme a la calle como si nada solo por un idiota que quizás se la esté encamando, esta loca si piensa que me dejaré. Llego hasta mi escritorio y froto mis sienes, dios, por que diablos no puedo estar tranquila. Los recuerdos azotan mi mente nuevamente, si no hubiese sido por ella yo quizás ahorita estuviera en la calle. —¿Es necesario que aprenda acerca de leyes? –me escucho quejarme. —Es lo más importante, Charlie, no sabes cuando una persona sin escrúpulos vaya a querer abusar de ti solo por ser mujer. Las personas, sobre todo los hombres, piensan que por ser mujeres no sabemos nada. —¿Acaso no hay personas buenas? —Claro que las hay, pero son tan contadas mi linda niña que es muy raro que te topes con una. La gente siempre tiene dos caras, algunos hasta más, están los que son amables contigo y en cuanto te ven como amenaza sacan su ponzoña, luego están esos que a primera vista son fieros, frívolos, pero que en el fondo son todo lo contrario, luego esta la gente buena, la que te va a brindar ayuda sin pedir nada a cambio. Esa es la gente que debes mantener a tu lado, y para la gente falsa es que nos preparamos. —¿Algún día seré tan inteligente como tú? —Yo confío en que seas el doble de lo que yo soy. Asiento sonriendo mientras leo los apuntes que tengo enfrente, algún día seré tan inteligente como ella, algún día. —Charlie, la jefa pide hablar de nuevo contigo. Asiento hacia mi compañera quien a diferencia de la primera vez, me da la noticia con cara de miedo. Veamos que quiere ahora la ponzoñosa de Vivian. Camino de nuevo hasta la oficina y me sorprende verla vacía. Ella me hace una seña para que entre. —Cierra la puerta y toma asiento. –ordena. Hago lo que dice y me siento frente a ella. —Negociemos. –suelta de pronto entregandome una hoja. Leo con detenimiento cada letra y párrafo para evitar ser engañada. —Temes que haya letras chiquitas. —Sé que ya no soy una persona indispensable y requerida en tu empresa, por lo que debo velar mis intereses Vivian, puede que no seas mala pero encamarte con el asistente de tu esposo a escondidas puede nublarte el juicio de vez en cuando. Su cara palidece y luego ese rubor de vergüenza se concentra en sus mejillas. —¿Él sospecha algo? ¿Quién te lo dijo? —Nadie me lo dijo, yo lo sé, no son nada discretos y no sé si él sospeche algo. —Firma de una vez todo y vete. –pide con los dientes apretados. —No, aquí hay un error, no han sido cinco sino seis años los que trabajé para ti, así que corrigelo y cuando lo tengas me avisas, ahora saldré a comer. –sentencio observando mi reloj. Me levanto de la silla y salgo de nuevo por la puerta con la que entré. Definitivamente agradezco mucho a madame por haberme exigido tanto durante mis años más jóvenes, pues ahora soy invencible.