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Andrómeda

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Blurb

Eleanor ha vivido toda la vida con el desprecio constante de sus padres, por alguna extraña razón que ella desconoce la detestan. A ella esto no le ha importado porque su abuelo ha sido su padre y con eso le sobra.

Con veinte años quedó embarazada de un hombre misterioso, por más que le preguntan quien es el dichoso hombre ella niega conocerle y alega que su hija es producto de una noche de pasión.

Con veintitrés años todo cambia, la obligan a casarse con un hombre poderoso, ella no quiere, le gusta su solitaria vida junto con la pequeña Andrómeda.

Su hija es solo suya y de nadie más y teme que se la quiten.

¿Qué pasará entre el jefe más deseado y la chica invisible de relaciones internacionales de la embajada?

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Capitulo 1
Paseo por la avenida cercana a mi casa, no quiero entrar y que mis padres me echen la bronca por algo que seguramente no sea mi culpa, pero en esa casa eso da igual, cualquier escusa en buena para enfadarse y gritarle a Eleanor, da igual si la culpa del enfado es el trabajo, un estúpido socio de papá que quiere follarse a mamá, o si el culpable es mi hermano, yo siempre soy la que recibe los palos, doy suerte que solo son verbales. Si aguanto en casa y no me voy de ese espantoso es por mi abuelo Francis, él es por quien me desvivo, podría irme de casa y abandonarlo pero esa no es una opción, mi abuelo siempre ha estado cuando mis padres me abandonaban. Él iba a mis fiestas del colegio, de la secundaria y fue el único en aparecer en mi graduación de la universidad, a mis padres no les gusta la carrera que estudié y que actualmente ejerzo, no entiendo el porque, es una buena carrera pero supongo que es por lo mismo de siempre, llega un momento en el que te acostumbras a los desprecios. Hay que sumar un gran factor al hecho de que mis padres no me vean con bueno ojos, soy madre soltera de una hermosa niña de dos años, Andrómeda, la tuve con veinte años y es demasiado especial para mi. Mis padres reclaman la identidad del padre de mi hija pero eso no va a pasar, hasta ahora he mantenido silencio y eso les enfurece mucho más, quisieron echarme de casa según ellos por puta barata, que de ser puta sería de las caras pero ese no es el asunto, no pudieron echarme porque le pertenece a mi abuelo y él jamás me dejaría en la calle. Mi móvil suena desde el interior de mi bolso y resignada lo abro para ver quien es la persona que me llama, así saber si es importante o puedo pasar. Al ver el nombre de mi madre en la pantalla un escalofrío recorre mi espalda, me enderezo enseguida como si la pudiera escuchar diciendo: - Esa postura es de vagabunda, espalda recta, hombros hacía atrás, pecho fuera, mentón hacía arriba y sin temblar Eleanor. Mi familia es mi pesadilla, podemos estar más que seguros de eso. Tomo aire y me armo de valor para contestar su llamada, ella no suele llamar lo que significa que es importante para ella porque para mi seguro que no. - Eleanor Virginia O' Connor.- todo mi nombre.- ¿Dónde estás? - Dando un paseo madre, ¿qué necesita? - Tu padre necesita que alguien le haga de traductor entre un nuevo socio.- respiro con dificultad, odian lo que estudie pero en cambio me usan.- Lo necesita ya, así que dejate el paseo y apresurate a la casa. Me cuelga sin darme tiempo a decir que no, y aunque lo hubiera dicho nada hubiera cambiado lo acontecido porque estábamos hablando de Eliza O' Connor, a ella mi opinión le daba igual, yo no tenía ni voz ni voto cuando ella ordenaba algo. Volví a la casa todo lo rápido que mis tacones me dejaban, si, salí a dar un paseo y en tacones pero es que había dejado el coche en la casa nada más llegar y me había ido, ni si quiera había comido y mis tripas comenzaban a sonar. Antes de subir a la segunda planta pasé por la cocina y tome una chocolatina escondida porque claro, en mi casa que yo como mujer comiera chocolate estaba mal visto, demasiados carbohidratos para una mujer de casi veintitrés años, podía engordar y así nadie importante se iba a querer casar conmigo, como si yo quisiera casarme. Todo lo contrario pasaba con mi hermano, él podía hacer lo que quisiera y para mis padres estaría perfecto. Subo las escaleras rápidamente y toco con delicadeza la puerta para avisar de mi llegada, empujo la manivela y entro en el pulcro despacho que mi padre tiene en la casa, es demasiado elegante para mi gusto. Mi padre, un hombre de cincuenta años, estatura media, pelo negro, que yo había heredado, y ojos oscuros, me miraba con reproche, siempre lo hacía, a su lado un hombre de su misma edad o algo mayor, con barba y ojos cálidos me daba un sonrisa a la que yo respondí de forma tímida. - Mi hija Eleanor nos ayudará a comunicarnos.- parecía tenso.- Es importante, comportate y no digas ninguna estupidez Eleanor. - Jamás lo haría padre.- respondo en el mismo tono desafiante.- ¿En qué idioma habla el señor? - Se llama Alfred, es alemán.- domino el idioma. Traduzco todo lo que mi padre me va diciendo, en algunas palabras me atasco porque son muy técnicas pero al final acabo haciendo un esplendido trabajo que para mi padre solo será un desperdicio aunque le haya ayudado a cerrar el trato con el hombre alemán, en esta casa soy un simple objeto más del que hacen uso cuando lo necesitan y que luego vuelve al rincón escondido donde estaba. No es que yo sea fea, desde pequeña mi madre me exhibía ante sus amistades porque justamente eso es lo que la hace rabiar, soy bonita, ella hubiera deseado que no lo fuera, así sería más fácil de obviar mi presencia, en las galas nadie hablaría de mi, me ignorarían y sería invisible, pero ese no era el caso, la gente se quedaba usualmente viéndome fijamente y luego felicitaban a mis padre por haber tenido una niña tan guapa, mis padres sonreían, daban las gracias y me obligaban a quedarme callada para seguir siendo una figura bonita. Después de dos horas y la firma de un contrato que también tuve que traducir, abandonamos el despacho de mi padre. El hombre me mira como si fuera su hija, es muy cálido y me sonríe todo el rato, de alguna forma me recuerda a mi abuelo, ambos me miran con el mismo cariño, ese con el que jamás me han mirado mis padres. - Gracias Eleanor.- me giro para ver a mi padre, estoy sorprendida.- No me mires así, esto era importante y mi traductor me ha dejado plantado, debo agradecerte porque podrías haber estado trabajando y aunque no me guste lo que haces lo respeto.- demasiada sinceridad por un día para alguien que no está acostumbrada a ella. - No hay de que.- es lo único que soy capaz de articular. Mi padre y yo acompañamos a Alfred por las escaleras hasta que escucho un grito infantil que me llama, la felicidad en su voz instala una gran sonrisa en mi cara, Andrómeda en mi luz, es el ser más maravilloso, dulce e inocente que he conocido y es mía, toda mía. Yo la tuve dentro de mi siete meses, la sostuve, escuche sus primeras palabras y vi sus primeros pasos. - Mami.- dice de nuevo al llegar hasta mi lado. La tomo en brazos y le doy un fuerte beso en la mejilla, ella se ríe e imita mi acto pero dejando muchas babas en mi moflete, no me importa, la mejor sensación del mundo es saber que ella me ama solo por ser su madre, no necesito hacer nada para tener un hueco en su hermoso corazón. - ¿Quién es?- pregunta con amabilidad Alfred. - Ella es Andrómeda, mi hija.- Andrómeda me mira confundida, sabe que he mencionado su nombre pero no ha entendido nada.- Andrómeda, saluda al señor.- ella lo mira con temor y luego levanta su manita, la sacude con rapidez y con timidez esconde su cara en el hueco de mi cuello. - Es una niña preciosa, muy parecida a ti.- lo que es cierto, sino contamos con los ojos de color miel de mi hija, Andrómeda es idéntica a mi cuando era pequeña y eso es un gran alivio para mi.- Su marido tiene mucha suerte, tiene dos chicas hermosas.- me tenso. - No estoy casada, ni tengo novio señor Alfred.- tomo un respiro.- la única responsable de mi hija soy yo. - ¿He tocado un tema sensible?- parece realmente preocupado. - No debe preocuparse, solo evite preguntar sobre la parte paterna de Andrómeda. - Me disculpo de nuevo.- me sonríe otra vez.- Estoy seguro de que es usted una maravillosa madre soltera. - Gracias. Mi padre y él se despiden con un apretón de manos, luego me despido yo y por último él se despide de una Andrómeda muy tímida, aunque ella siempre es así. Recuerdo que tardó casi dos meses en hacer amigos en la guardería, ella jugaba sola y no se relacionaba con nadie lo que hacía que mi corazón se estrujara y que quisiera lanzarme al suelo y llorar, sobre todo porque algunos niños no se acercaban a mi hija por mi, sus madres, unas estúpidas estiradas, no dejaban que se juntaran con la hija de la mujer soltera, aquella que no vivía a la sombra del padre de su hijo o hijos y eso me parecía lamentable. Por suerte una hermosa niña rubia se acercó a ella y con mucha paciencia consiguió hacerse amiga de mi hija. - ¿Qué han hablado?- demanda papá. - Dijo que Andrómeda es hermosa y parecida a mi.- no digo el resto. - Si solo dijeras quien es el padre de la dichosa niña.- ruedo los ojos. - Es perfecto que el padre de mi hija no esté presente, ¿y si fuera un asesino, padre? ¿o un hombre casado que tuvo una noche de pasión conmigo? - Eleanor, para.- me mira furioso.- No eres ninguna fulana para acostarte con un hombre casado o peor, con un asesino. - ¿Quién sabe, padre? Para ustedes soy capaz de cualquier cosa. - Eleanor. - Dejalo. Paso por delante suyo y subo las escaleras hasta mi habitación no sin antes agradecerle a Caleb por recoger a Andrómeda de la escuela infantil debería haber ido yo a por ella pero con la llamada imprevista de mi madre, he tenido que improvisar y pedirle al enfermero de mi abuelo que fuera en busca de mi hija. - Mami. - Dime cariño. - Deberes. Ella saca de su mochila un cuaderno y lo abre por una página cualquiera, me hace gracia porque ni si quiera sabe que debe hacer pero no voy a contradecirla cuando de forma animada se pone a repasar el uno por las líneas de puntos. En su escuela infantil están enseñándoles ahora los números hasta el diez, no a contar sino a escribirlos y parece que a ella le encantan este tipo de actividades. Después de acostar a Andrómeda y prometer le que mañana iríamos juntas a dar un paseo cuando la recogiera de la escuela infantil, me fui a ver a mi abuelo, hoy no había tenido tiempo. - ¿Está durmiendo? - Todavía no señorita, quería darte las buenas noches.- me sonríe Caleb. A Caleb lo contraté hace dos años, yo pago su sueldo porque mis padres querían que su antigua enfermera siguiera con él, esa señora era una arpía casada que hacía creer a mi abuelo que era su nuevo amor, por suerte fui rápida y la saque de la casa antes de que mi abuelo verdaderamente se enamorara y le dejara a ella toda la herencia. - Mi hermosa Virginia.- mi abuelo me llama por mi segundo nombre que resulta también ser el nombre de su difunta esposa y mi abuela, Virginia O' Connor. - ¿Cómo estás abuelo? - Viejo. - Aún estando viejo has conocido a tu bisnieta. - Me alegro de haberos conocidas a ambas, sois mi luz.- acaricia el dorso de mi mano.- Sé que la relación con tus padres no es la mejor... - Abuelo, dejalo.- lo interrumpo. - Virginia, solo quiero que lo intenten, fue mi error y espero algún día se pueda solucionar. - Abuelo, no fue tu error que ellos no me quisieran.- le digo con una sonrisa triste.- Ellos no valoran a la hermosa niña que tuvieron, mis padres se lo pierden pero por ti intentaré no pelearme mucho con ellos. - Gracias Virginia.- acaricio su mejilla, le doy un beso en lo alto de su cabeza y le deseo buenas noches.- Duerme bien.- me contesta.- Solo, algún día deberás dar a conocer el nombre del padre de tu hija. - Cuando Andrómeda me pregunte por él y quiera conocerlo entonces lo haré, hasta entonces guardaré silencio. - ¿Lo amabas? - No, fue una aventura y es la única verdad que voy a decir de él.- salgo de la habitación y voy a la mía. No he mentido, el padre de mi hija es alguien que conocí en un bar cerca de la universidad, yo ni si quiera tenía la edad legal para estar allí pero poco le importó al guardia al ver mi cuerpo. Yo estaba allí bebiendo porque había suspendido un examen para el que había estudiado mucho y entonces este hombre llegó con un aura extraña, pidió un vaso de whisky y al principio me ignoró, luego me dijo su nombre y posteriormente nos acostamos, al parecer ambos nos olvidamos del condón, yo tenía y tengo su número, podría haberle dicho de la niña pero quise ser egoísta y no lo hice, puede que eso me haga mala madre porque la he privado del amor paternal pero no me importa y no tengo remordimientos acerca de lo que hice. - Entonces si eres una fulana.- me giro para ver a mi madre, mujer a la que no me parezco en nada. - Si quieres verlo así,- me encojo de hombros.- yo lo concibo más como que estaba sola, ebria y por primera vez en mi vida alguien me trató como una mujer y no como un objeto, se me olvidó el globo y siete meses después nació mi bella princesa. - Ese hombre te trató como quiso para llevarse tu virginidad. - ¡Qué desgracia entonces para él!- mi madre me mira con los ojos muy abiertos.- Yo perdí la virginidad el día que entré a la universidad madre. La mano de mi madre se estampa en mi mejilla con furia, no respondo, no es la primera vez que esto pasa como tampoco es la primera vez que no respondo ante sus ataques, suelo incluso quedarme callada pero es que hoy no me apetecía. - Eliza, no la golpees.- escucho la voz apagada de papá. - ¿Por qué la defiendes? - Porque no tienes que pegarle para regañarla. - Ni si quiera deberíais regañarme, no soy una niña, me mantengo sola y si sigo en esta casa es por el abuelo, así que váyanse a la mierda los dos. - Eleanor. - Adiós. Me doy la vuelta y entro a mi cuarto dando un portazo con la puerta, uno tan sonoro que por un momento temo que haya despertado a Andrómeda pero como no escucho nada me tranquilizo, me quito la ropa y en bragas y sujetador me dejo caer en la cama, esto es demasiado para mi.

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